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¿Qué hacemos con tanto tiempo libre?

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Cuando mis hijos llegaron a casa el día de la lotería, con enormes ganas de vacaciones, se abría ante ellos un mundo entero de posibilidades. Pero las vacaciones de Navidad son algo complicadas de gestionar. Los padres no siempre disponemos de días libres, los días son cortos y las tardes frías, y, lo que en principio es motivo de alegría, puede acabar convirtiéndose en cerca de un mes de desesperación.


Los niños desean la llegada de las vacaciones de Navidad con tanta ilusión como los padres. Pero a medida que pasan los días, la casa empieza a hacerse pequeña, y más si el tiempo no acompaña. Con la imaginación como herramienta, es fácil encontrar formas de ocupar el tiempo.


Aquí no hay más truco que organizarse y, de paso, llevar a cabo una excelente gestión de marketing para «vender» con grandes alharacas el «plato estrella» de cada día. Si conseguimos que todas las jornadas tengan su aliciente y generamos expectativas razonables, habremos llenado de ilusión las vacaciones.

Reunión familiar en Navidad

Foto: THINKSTOCK 

Esas expectativas tienen que ser siempre reales. Para los niños es fundamental que cumplamos con nuestros compromisos. Aunque tienen que saber entender cambios de planes circunstanciales por avatares imponderables, ni entienden ni es bueno para su educación que no cumplamos una promesa por la sencilla razón de que estamos cansados o hemos encontrado algo mejor que hacer. Por eso, si prometemos que vamos a hacer galletas, es imprescindible encontrar el tiempo y las ganas para hacer galletas. Y si vamos a ir al cine, conviene haber mirado antes la cartelera.

El ocio de los niños debe estar organizado pero de tal manera que se deje también un tiempo generoso al juego libre. Si para un día tenemos prevista una actividad, pueden pasar buena parte del resto del tiempo jugando por su cuenta. La sociedad actual parece dictarnos que los niños tienen que estar siempre entretenidos con algo, mejor si tiene pinta de muy educativo. Pero la realidad es tozuda y los niños siguen siendo muy felices jugando por su cuenta. Es verdad que a veces se aburren, pero no es menos cierto que resulta clave en su educación aprender a gestionar esos ratos de inactividad y ser creativos para rellenarlos.

En cuanto a las actividades que podemos hacer con ellos, no tienen que ser ni caras ni complicadas. Unas manualidades sencillas, como las que cada mes ofrece Holly Fortuny en las páginas de Hacer Familia, o una receta apta para todas las edades es un buen plan de tarde. Además, se puede dividir en dos: un día se compran los materiales o ingredientes necesarios y el siguiente se prepara la actividad.

Los niños son capaces de contagiarse con la ilusión de los mayores, de modo que, dependiendo de nuestra capacidad para transmitirles alegría, vivirán un hecho cotidiano como algo especial. No es lo mismo ver la «peli» que ponen que elegir entre todos una película para disfrutarla en familia con unas palomitas. No es lo mismo dibujar un rato que preparar unas cartas muy especiales a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Lo sé, hay bastante de marketing en esto, pero funciona.

María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia

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