«La Navidad no me gusta desde que dejé de ser pequeña. Se ponen de manifiesto todas las dificultades familiares, las propias de la convivencia, las económicas. Tengo la sensación de que es más importante TENER regalos que SER queridos, atendidos, escuchados, mirados. En definitiva respetados».
«¡Cuántos de nosotros hemos pensado así alguna vez!
No debemos olvidar que detrás de acontecimientos con repercusiones personales, familiares, incluso históricas y relevantes, suele haber dolor. Crecer en amor duele.
La incapacidad para mirar al otro, colocando en su lugar la lupa miope de la propia conveniencia, va arrasando la comunicación interpersonal. Convierte la convivencia en un campo de batalla, abierta o soterrada, donde luchan estérilmente los egoísmos enfrentados. De este modo muere, poco a poco, el amor.
Amabilidad es una palabra muy apropiada para preparar la Navidad. Amabilidad es la cualidad de ser amable, digno de ser amado, afectuoso y cariñoso en el trato hacia los demás.
No me aman
«No me aman», se quejaba amargamente un corazón que trataba mal a los demás, sin escuchar sus necesidades, de manera desabrida y quejosa, sin una sonrisa ni una disculpa.
«Sé amable y te amarán», le dijo una voz al oído. «Lo seré con quienes me traten bien», contestó él, obcecado. «Empieza tú», le urgió la voz, «tú eres lo único que está en tu mano cambiar. Sé amable y todo cambiará a tu alrededor».
Como explica el psiquiatra y neurobiólogo David Servan-Schreiber el amor y el cariño son necesidades biológicas ante cuya carencia miramos hacia otro lado. En su lugar nos aprovisionamos de antidepresivos (en los últimos diez años el consumo de estos medicamentos se ha duplicado en los países occidentales).
«El cerebro emocional está construido para emitir y recibir a través del canal del afecto. El contacto emocional es una auténtica necesidad biológica, como lo son los alimentos o el oxígeno», afirma el autor.
Tratémonos con amabilidad, sin violencia. Siempre habrá conflictos pero pueden y deben afrontarse sin críticas, ni menosprecios. Sin virulentos contraataques, ni silencios insoportables que demuestran una retirada afectiva de la que es muy difícil salir.
«Hay que mirar al otro»
Son palabras de Benedicto XVI. La palabra «respeto» deriva del verbo latino respicere (mirar hacia). Indica un modo de mirar las cosas y las personas, que conduce a reconocer su realidad, a no apropiarse de ellas sino a tratarlas con consideración, con cuidado.
Las personas necesitamos ser escuchadas con el corazón atento. De manera que notemos que realmente nos escuchan.
El establo de Belén, es una escuela de amabilidad. Hay que mirar allí en estos días, cómo se tratan. Escuchar el tono en el que se dirigen, en momentos tan duros como muchos de nosotros podemos atravesar en otro tipo de asuntos familiares. Nos interesa realmente el «Entre tú y yo» que allí se desarrolla. Estamos dispuestos a cambiar lo que sea necesario para que realmente estas Navidades sean las más amables que hayamos vivido.
De todo corazón: ¡Feliz Navidad!
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