La tos ferina es una enfermedad como consecuencia de una infección causada por la bacteria Bordetella pertussis, que afecta al aparato respiratorio (pulmones y vías respiratorias). En los adolescentes y los adultos suele ser más leve, pero los menores de 4 meses de edad son el grupo más vulnerable, con frecuentes complicaciones e incluso mortalidad.
En España se ha observado un aumento de la enfermedad desde 2010, produciéndose más del 40 % de los casos en niños menores de un año. Esto ha hecho que un grupo de padres hayan lanzado una petición para pedir al Ministerio de Sanidad que cree un protocolo para evitar muertes por esta enfermedad.
Casi 300.000 personas se han unido ya a esta petición lanzada en Change.org por unos padres que se han visto afectados por esta enfermedad de la peor manera posible: han sufrido la pérdida de un hijo de sólo un mes de vida por culpa de la tosferina. «La primera dosis de esta vacuna no se administra a los niños hasta los 2 meses de vida, y no es hasta los 6 meses, cuando ya cuentan con 3 de las dosis, cuando la inmunización es realmente efectiva«, lamentan estos padres.
Muerte de un hijo por tosferina
En su escrito, cuentan que su hijo, a los pocos días de nacer, «comenzó con síntomas catarrales«. «El primer diagnóstico que nos dieron varios pediatras era una bronquiolitis leve, para la que nos recomendaron lavados nasales con suero y estar alerta ante un posible empeoramiento», rememoran, asegurando que durante el seguimiento su bebé «evolucionaba bien en cada visita al pediatra«.
Sin embargo, con sólo 27 días de vida, estos padres comenzaron a preocuparse: su bebé vomitaba la leche de las tomas tras toser. Decidieron llevarlo a Urgencias, donde los pediatras le diagnosticaron bronquiolitis y prefirieron ingresarle en planta. «A la mañana siguiente, y solo a modo de prevención, bajaron a nuestro hijo a la UCI para tenerlo más controlado«, continúan.
«De inmediato comenzaron a tratarle tanto de bronquiolitis como de tosferina, enfermedades respiratorias con síntomas muy parejos, ya que los análisis para determinar esta última enfermedad no son inmediatos y prefirieron prevenir», siguen estos padres en su escrito. Pasaron tres noches y el bebé empeoró muy rápido hasta llegar al terrible final: murió «a pesar de los constantes cuidados médicos». «Una vez que un menor desarrolla tos ferina no existen medicamentos curativos, simplemente paliativos», explican.
Infección por tosferina
Según estos padres, en la mayoría de los casos de bebés infectados por tosferina es un familiar directo el que se la contagia al niño. «Los adultos suelen estar enfermos sin saberlo, ya que esta enfermedad se desarrolla de manera generalmente leve en los mayores, hasta el punto de que la mayoría de médicos confunden sus síntomas con los de un simple catarro común», aclaran.
En este caso en concreto, la portadora fue su propia madre. Ella acudió al centro de salud un mes antes de nacer su hijo tras llevar varias semanas con una tos persistente, pero le diagnosticaron un catarro. «De haber existido un protocolo de actuación por el que cualquier mujer embarazada recibiese la vacuna contra la tos ferina en caso de presentar síntomas de la enfermedad, la habrían vacunado y nuestro hijo no la habría desarrollado», sentencia.
Vacuna de la tosferina
Hoy en día la vacunación de la tosferina varía de una comunidad a otra, aunque en general reciben la última dosis a los 14 años. «En el mejor de los casos, la inmunidad dura hasta los 24 años», aseguran estos padres.
Según defienden, esta disparidad entre comunidades autónomas está haciendo que cada vez haya más casos de adultos que contraen la enfermedad, lo que puede hacer que infecten a bebés al relacionarse con ellos. En el caso de los lactantes, la enfermedad es «altamente peligrosa y no existen medicamentos curativos», insisten.
En los últimos años, ante la proliferación de casos de tos ferina en países desarrollados, son muchas las asociaciones médicas las que han divulgado la necesidad de promover entre las mujeres embarazadas la llamada ‘estrategia del nido’. «Esta estrategia consiste básicamente en la vacunación de todo el entorno de ese futuro bebé (padres, abuelos, hermanos, tíos, cuidadores, amigos, pediatras,…)», aclaran estos padres, que aseguran que si estos adultos vacunados quedan inmunes ante la bacteria causante de la tos ferina, «es muy difícil que el bebé pueda contagiarse».
Esta familia quiso informarse de esta estrategia de cara a tener a otro bebé, pero al preguntar en su centro de salud descubrieron que en España es una práctica desconocida, lo que les ha llevado a lanzar esta petición de firmas con el objetivo de que se establezca un protocolo informativo entre los médicos que atienden a las mujeres embarazadas.
A juicio de estos padres, todas las madres deben conocer «la existencia de esta estrategia y sus beneficios para prevenir el contagio de tos ferina en sus bebés«, algo que se conseguirá si los médicos les informan al respecto. «Al igual que hacen con la vacuna de la gripe en grupos de riesgo, deberían informar a los padres de los beneficios de vacunarse», reiteran.
«Instamos a los distintos organismos sanitarios del país a formar a los facultativos médicos sobre la tos ferina, los síntomas que presenta y la necesidad de prestar especial cuidado en la atención que se presta a las embarazadas, para que puedan informarlas acerca de esta enfermedad y la forma de prevenirla de manera rutinaria en las consultas», escriben.
En su texto, además, esta familia pide la realización de campañas informativas «sobre la necesidad de que los adultos se vacunen cada diez años contra la tos ferina, única forma de erradicar por completo esta enfermedad, cuya incidencia está creciendo en los últimos años en nuestro país, hasta el punto de alertar a las sociedades médicas».
Aunque la mortalidad de la tosferina es relativamente baja en comparación con otras enfermedades, la existencia de vacunas para prevenirla, la alta incidencia de contagios, y las complicaciones que se derivan de ella, «hacen que sea fundamental actuar para prevenirla, y así evitar que más bebés sufran sus consecuencias», concluyen.
Ángela R. Bonachera
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