Brota de nuevo el gran debate: ¿deberes sí o deberes no? La respuesta parecía muy clara hace unos meses, cuando a través de change.org, una sonadísima plataforma de peticiones online, Eva Bailén recogía aproximadamente 120.000 firmas en defensa de la racionalización de los deberes como portavoz de una de las iniciativas con más repercusión en materia educativa.
Sin embargo, muchos de los alumnos de los colegios españoles que han experimentado la aplicación efectiva de la propuesta han visto mermada su capacidad resolutiva y rendimiento académico en genérico. Por eso, muchas organizaciones piden de nuevo que se reduzcan los deberes de los pequeños.
Desde el colegio Doctor Fleming de Móstoles, su director David Prados, profesor de Filosofía y padre de familia, defiende la idea de que los deberes «son tan importantes como el deporte y el tiempo de ocio». Para Prados el debate no se sitúa en el «deberes sí- deberes no» sino en la manera de «enfocar esos deberes». En este sentido, propone el uso de distintas herramientas como la tan en boga «Flipped Classroom» o Clase Invertida.
Con esta, el profesor prepara una serie de vídeos sirviéndose de las nuevas tecnologías y soportes digitales y los pone al alcance del alumnado con vistas al establecimiento de un diálogo en clases venideras para asentar de manera efectiva los conocimientos adquiridos ya en el aula y fomentar asimismo la reflexión del estudiante. Así, lo único que tiene que hacer el alumno en casa es visionar las piezas propuestas y tomar algunas notas para conversar después en clase con su profesor y compañeros.
Los deberes españoles no son los finlandeses
A menudo, se compara el caso de España con el de Finlandia o los países asiáticos, que son los que encabezan ahora las listas de la OCDE en cuestión de resultados escolares. Sin embargo, para Prados no existe comparación posible. «No somos Finlandia ni somos Singapur», dice. Aunque puedan ponerse sobre la mesa las pautas metodológicas de los sistemas educativos extranjeros, está claro que cada cual tiene sus peculiaridades y que estas, motivadas fundamentalmente por razones culturales, se tienen que respetar siempre.
Los beneficios de los deberes para los niños
Quienes defienden la postura de que los deberes se mantengan consideran que solo por medio del hábito racional y lógico de la tarea se logra que los niños se acostumbren a desarrollar la paciencia y el esfuerzo por los que, después de tres días estudiando superan las pruebas impuestas. En este sentido, es absolutamente necesario que por sí mismos vayan tomando consciencia de que, gracias a un trabajo continuado, han logrado alcanzar sus objetivos. Por eso, el colectivo al que aludimos sostiene a menudo que quitar los deberes es condenar al niño a que no desarrolle su hábito de estudio y trabajo. Así, el beneficio principal del estudio en casa es la adquisición por parte del menor de un sentido de la responsabilidad por el que poco a poco entiende que:
– Es capaz de estar sentado frente a un libro: paciencia
– Es capaz de ir poco a poco estudiando: esfuerzo
– Va a conseguir su meta: sacrificio
Nuestros hijos son lo más grande que tenemos y por eso, con razón y con sentido, es nuestro deber hacerlos autónomos. Pero ¿cómo lo conseguimos? La fórmula es bien sencilla y pasa por asentar el esfuerzo y el trabajo para que haya siempre un trabajo independiente. Veremos cómo incluso llega un momento en que la iniciativa de estudio parta de ellos mismos. Nosotros pasaremos a un segundo plano y nuestro deber será únicamente el de preguntar de vez en cuando si todo va bien. Pero para alcanzar este punto debemos cimentar bien la base de una confianza compartida, que se construye con el tiempo y evoluciona siempre favorablemente.
Límites de tiempo para los deberes
El colectivo docente es plenamente consciente de que, quizá, una de las cuestiones que más controversia suscitan entre los padres es la cantidad de horas que deben pasar sus hijos al frente de los apuntes de clase. Muchos defienden la posibilidad de establecer una estimación del tiempo que los niños tienen que dedicar tras la jornada escolar al estudio pero aseguran que no se pueden fijar límites.
Tenemos que cuestionarnos, llegados a este punto, si el origen del problema reside tal vez en nosotros y en la condición de trabajadores que asumimos irrevocablemente en la actualidad. ¿Acaso se quejaban nuestros padres porque teníamos muchos deberes? ¿Protestábamos nosotros? Está claro que cometemos un error cuando nos quedamos hasta las nueve de la noche con el niño haciendo ejercicios y más ejercicios. Es algo que, a largo plazo, solo resulta perjudicial porque se reduce esa autonomía de la que hablábamos y, ante la falta de tiempo, acabamos haciendo parte de la tarea del pequeño. Esto conduce a la irónica situación de que los profesores terminan por valorar en los deberes del niño el resultado del trabajo del padre.
Hoy día, no cabe duda, los padres se quejan más que antes. Tal vez hayan cambiado los roles. Tal vez sea otra la explicación. De cualquier manera, la solución que Prados propone es bien sencilla. En Infantil, los niños no deben llevar tarea para casa. Basta con el clásico dibujo libre o ficha de repaso para el fin de semana, mientras que en Primaria los niños llevarán los deberes que el profesor estime necesarios para que los conceptos aprehendidos se aprendan y acaben formando parte del bagaje cultural del pequeño. David Prados recuerda que las decisiones tienen que tomarlas los profesionales y no los padres, que hacen en ocasiones las veces de profesores olvidando los puestos que en la cadena educativa padres, docentes y alumnos tienen que ocupar para que el proceso resulte efectivo.
Elisa García
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