Los niños y niñas son especialmente vulnerables a la violencia porque son individuos en desarrollo y la violencia ya sea directa o indirecta deja una huella imborrable en su desarrollo, una huella que les marcará para siempre. Por este motivo, es fundamental saber cómo proteger a los niños y niñas de la violencia, ayudarles a dar sentido a la violencia que ven y/o viven y, de este modo, evitar las consecuencias negativas de ésta en su desarrollo.
La violencia siempre ha estado presente en las sociedades humanas. Hoy en día, continuamos lejos de eliminar los actos violentos y son una nota dominante en las interacciones individuales y grupales que se producen entre las personas y los grupos de personas.
La violencia en el mundo se extiende como una plaga y llega a todos los rincones de manera directa o indirecta. Está extensión no es ajena a los más vulnerables, no es ajena a la infancia. Son muchos los niños y niñas que se ven afectados por actos violentos, en el peor de los casos los sufren directamente y en el mejor son testigos de unos actos a los que aún no saben dar una explicación.
¿Qué entendemos por violencia?
La violencia es un concepto complejo, en cuanto que asume diversas formas. Independientemente de la forma asumida, podemos definir la violencia como el acto, conducta, y/o actitud que de forma intencionada se pone en marcha con el fin de causar un daño o sometimiento (físico, psíquico, sexual, verbal…) a otra persona o colectivo, dejando una marca permanente en el desarrollo de la persona/s o colectividad. La violencia es cualquier acción destinada a atentar contra la integridad física, psíquica, sexual o moral de otro ser o grupo.
Las consecuencias de la violencia en los niños y niñas
Cuando los niños y niñas son expuestos a la violencia, ya sea porque la sufren directamente, o porque la presencian diariamente, se produce un impacto en su desarrollo, un impacto que deja su huella silenciosa para siempre.
Una reciente investigación de la universidad de Londres, dirigida por el Dr. Eamon McCrory, demuestra que los niños y niñas que han sido víctimas directas del maltrato aprenden un patrón para protegerse y se vuelve hipervigilante. Las áreas cerebrales encargadas de detectar amenazas, son más sensibles y activan la alerta con mayor frecuencia, provocando un gran desgaste emocional y cognitivo y genera un nivel de ansiedad muy intenso. Los investigadores afirman que la reacción de los niños y niñas es la misma que la de los soldados tras la guerra.
Los peligros de esta activación son indiscutibles, desde trastornos del estado de ánimo como ansiedad, ataques de pánico, hasta trastornos del comportamiento, no es raro que estos niños y niñas respondan con violencia, hasta trastornos fóbicos, etc.
Consejos para proteger a los niños y niñas de la violencia
No podemos protegerles de la violencia en un mundo donde está es una realidad tan extendida, pero si podemos protegerles de sus consecuencias y educarles para prevenir que sufran actos violentos.
1. Prevención y concienciación. Para evitar que los niños y niñas sufran la violencia y sean víctimas de cualquiera de sus manifestaciones (maltrato, abuso, acoso, etc.) es fundamental educar para la prevención y la concienciación. Enseñarles a poner límites, a decir que no y a condenar estos actos. Es muy importante que sepan reconocer los actos de violencia y que sepan pedir ayuda.
2. Educación emocional y en valores. Para protegerles de las consecuencias de la violencia cuando están expuestos a ellas de manera indirecta es muy importante una educación emocional y una educación en valores que les haga posible el desarrollo de la resiliencia y de un criterio que les permita dar sentido a las situaciones vividas. Esto no implica aceptarlas, sino saber condenarlas desde la paz.
La violencia en el mundo civilizado
La violencia debería estar erradicada en nuestro mundo «civilizado», que aparentemente defiende unos valores contrarios. En un mundo civilizado donde las personas nos diferenciamos de los animales, precisamente por nuestra capacidad de razonar, de no dejarnos llevar por impulsos primarios, por ser tolerantes y ser así capaces de comprender la diferencia. En una sociedad donde las personas somos capaces de colaborar y de comprender que el bien de todos está por encima y resulta más beneficioso que el bien individual, y donde las personas tenemos la capacidad de desarrollar estrategias no violentas para solucionar los conflictos. En un mundo civilizado, donde sabemos todo esto aún no se ha erradicado la violencia.
La violencia crece en sociedades donde se enfatiza la competitividad y los valores individualistas. En este tipo de sociedad se entiende que el fin está por encima de los medios, no importa a quienes, ni cuantos se hagan daño, siempre y cuando se logren los fines propuestos. La ley del más fuerte, implica un sálvese quien pueda, en una lucha por ser el más fuerte, por conseguir los propios objetivos y protegerse de los demás en esta lucha.
El origen de la violencia
La violencia es una característica inseparable de los valores de las sociedades actuales. Vivimos en un mundo violento, con sociedades violentas, donde los niños y niñas sufren y están expuestos a un continuo bombardeo de violencia. Los niños y niñas futuros adultos crecen y se desarrollan en un clima plagado de violencia y se convierten de este modo en el origen de la violencia.
La violencia tiene su origen en los pequeños actos, en el día a día, en las familias y en las escuelas. Esos pequeños actos que dejamos pasar, que observamos pasivamente son el germen de los grandes actos violentos que luego nos sorprenden y escandalizan.
La necesidad de una educación contra la violencia es el origen y la clave para un mundo mejor.
Celia Rodríguez Ruiz. Psicóloga clínica sanitaria. Especialista en pedagogía y psicología infantojuvenil. Directora de Educa y Aprende. Autora de la colección Estimular los Procesos de lectura y escritura.
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