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Mamá, ¿qué está pasando en París?

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Es curioso cómo los niños desde muy pequeños identifican lugares en los que nunca han estado. El cine, la televisión, la publicidad, ejercen un increíble poder como profesores de Geografía. Y París encabeza la lista de estos conocidos desconocidos. Allí vive Mickey Mouse y la Torre Eiffel, que no hace falta ver para conocer. Por eso, los rostros de mis hijos se volvieron en cuanto escucharon pronunciar el nombre de la ciudad con el tono de angustia, de tristeza, ddesasosiego, que reinó en los medios de comunicación tras la dantesca matanza en los atentados perpetrados en la capital francesa el pasado viernes 13 de noviembre de 2015.

A los padres nos asalta de inmediato la eterna duda. ¿Mantenemos a nuestros hijos al margen de tanto dolor y violencia? ¿Los hacemos partícipes de esa realidad? ¿Tratamos de explicar lo inexplicable? ¿Serán capaces de entender los complejos matices de esta nueva guerra que estamos viviendo? ¿Generaremos en ellos un miedo indeseable? ¿Despertaremos sin quererlo el odio indiscriminado? Las preguntas sin respuesta se agolpan en nuestra cabeza cuando escuchamos la inocente voz que nos interpela: «Mamá, ¿qué está pasando en París?«

Familia en París

Foto: THINKSTOCK 

Siempre parto de la presunción de que los niños son capaces de comprender mucho más de lo que pensamos. Así que, sin entrar en el morbo gratuito de la multiplicación de imágenes dantescas, no me importa que se den cuenta de que algo grave está pasando. Saben que las sirenas de ambulancias y policía son un mal presagio. Lo ven. Y sentados a nuestro alrededor trato de dar cuenta de lo que ha ocurrido.


Los niños son como esponjas. Se enteran mucho más de lo que creemos de lo que ocurre a su alrededor. A los padres nos toca el difícil papel de contextualizar una realidad que muchas veces llega pintada de luto.


No me adentro en los orígenes de la tragedia. Ellos aún no saben de geopolítica. Pero sí saben, y lo entienden muy bien, que en la vida Dios nos hace libres para el bien y para el mal. Y hay personas que obran mal, personas que han matado, en esa noche, a muchos inocentes. Rezamos por ellos, por todos los que hoy sufren en París, en Francia, en el mundo entero. Les cuento también cuánta gente buena ha querido ayudar. Les enseño las imágenes de las muchas concentraciones pacíficas y silenciosas que recorren el globo, de las familias que llevan velas al lugar de los hechos.

Hay quien me critica por exponer a mis hijos a estas noticias. Pero no le podemos tener miedo a la realidad. El corazón de los niños es inmenso. Al contrario de lo que ocurre con el a veces encogido de los adultos, cuando ellos ven el mal a su alrededor, se multiplica su capacidad para amar a los que sufren.

María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia

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