La tristeza y la melancolía, en sentido amplio, casi puede decirse que son conceptos sinónimos. Son estados de ánimo ampliamente conocidos y muchos los experimentamos al menos una vez al día, coincidiendo quizá con el sonido del despertador por las mañanas… Una emoción muy de otoño, de gestos lánguidos, ojos semicerrados y árboles con las ramas peladas…
En principio, al hablar de melancolía, no hay que identificarla con un problema personal, como, por ejemplo, un fracaso escolar, dificultades para relacionarse, etc. En los adolescentes son muy normales los cambios de ánimo, con sus altibajos, como consecuencia de su normal proceso de maduración.
Los motivos pueden ser variados, desde los que tienen que ver con su mundo interior, hasta los causados por los cambios físicos y por esas hormonas locas que recorren su cuerpo de arriba abajo. Sus vivencias emocionales son de alta intensidad, pero de corta duración, con lo que la sensación de tristeza se apodera de ellos rápidamente.
La tristeza, un tiempo para profundizar
Experimentar en la propia vida la tristeza (en el sentido que le damos aquí) es un fenómeno natural y sano que probablemente nos conecta con lo profundo, con la intimidad, y nos hace más sensibles. Esa tristeza, ese tiempo gris, puede cumplir una función importante. Pensemos, por ejemplo, en la tristeza que surge cuando vivimos la muerte de un ser querido, o esa melancolía que sigue a la ruptura de toda relación importante. ¡Cómo podríamos actuar, seguir comportándonos como si nada hubiera pasado, ante hechos de tanta fuerza y significado! No queda más que «sumirse» en la tristeza, replegarse a sí mismo para salir fortalecido… Aunque quizá en ese momento no lo comprendamos así.
Sentirse valorados, un antídoto contra el ‘bajón’
Para que esos momentos de «bajón» sirvan para algo, resulta importante que nuestros hijos se sientan valorados en su justa medida, tengan una buena autoestima. Esto es algo que adquiere carta de auténtica necesidad durante la adolescencia, en la que la inseguridad producida al abandonar la niñez puede llegar a ser agobiante y muy destructiva. El «peor» de los chicos tiene un valor enorme como persona que es, y eso hay que dejárselo siempre muy claro.
Hay que ayudarles para que adquieran conciencia de lo mucho que valen. Como padres y educadores tenemos que potenciar esos aspectos valiosos que ellos tienen más oscurecidos o cegados por la propia óptica, dada la peculiar dinámica psicológica de la adolescencia.
Antídotos contra la tristeza
Salvo casos más propios de especialistas, la tristeza de los adolescentes no suele -ni debe- durar mucho tiempo; pronto encontrarán aspectos positivos en la vida que les levantan el ánimo.
1. Los amigos. Tan importantes a esta edad, con ellos podrán hablar, hablar y hablar, sacando a la luz los sentimientos que llevan dentro y, como dice el refrán, lo mismo que una alegría compartida es una doble alegría, una pena compartida es media pena.
2. La temporalidad. Nosotros ya sabemos que los malos momentos siempre pasan, y que el sol acaba por brillar tras una tormenta, pero quizá ellos no; en primer lugar, porque quizá no han tenido demasiada experiencia de esos malos momentos. Tener contradicciones, problemas y sucesos negativos es un verdadero aprendizaje para un adolescente, por lo que no hay que evitarles esas experiencias.
3. Los pensamientos positivos.Podemos ayudarles a saber combatir los pensamientos negativos, a huir de la queja y de la autocompasión como dos de los peores enemigos. ¿Tienen un problema con un amigo? Bien, pues tendrá que solucionarlo; pero lo que no tiene sentido es que le dé vueltas todo el día, que le quite el apetito o que le lleve a encerrarse en casa por miedo.
Características de la tristeza o melancolía
– Una melancolía sana puede ayudar a mirar hacia dentro, a experimentar otros aspectos de nuestra personalidad. Es bueno hablar con los hijos de esto en sus momentos altos, para que cuando lleguen los bajos, tengan agarraderos.
– Es muy distinto sentirse mal, triste o melancólico a causa de un comienzo de gripe que a causa de una mala temporada con los amigos. Es muy bueno que entiendan y acepten sus estados de ánimo para dar la justa importancia a cada situación.
Pautas para combatir la tristeza y la melancolía
1. Para entenderse a uno mismo, es muy útil intentar comprender los sentimientos de los demás. El cine, la literatura, etc. puede ayudarles, siempre que exista algo de reflexión sobre esos personajes.
2. Algo que influye positivamente en los hijos es enseñarles a reconocer lo bueno de la vida, ya que mientras sigan filtrando solo lo malo, tampoco podrán liberarse de ese ánimo triste que los domina. Cuando se filtra lo positivo de cada día, se les está ayudando a ser positivos y realistas.
3. La comunicación es fundamental para trabajar contra la tristeza. Hay que dedicar tiempo a hablar con ellos de sus preocupaciones aunque puedan parecer cosas sin importancia: la perspectiva de cada uno puede ser muy diferente, pero romperíamos los cauces de comunicación si rechazáramos sus «problemas» porque no son cosas «serias». Podemos ayudarlesa que aprendan a decir lo que les pasa, mediante preguntas o afirmaciones abiertas. Por ejemplo, decirles: «Me imagino que aquello te puso furiosa», «a mí me daría vergüenza», etc.
Ricardo Regidor
Asesor: Doctor Ángel García Prieto, psiquiatra.
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