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La mentira se dispensa al por mayor

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La mentira se dispensa al por mayor

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Por Javier Urra. Psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid.
     

Los adolescentes ocasionalmente emplean la mentira de forma calumniosa y ello, por celos o equívoca competitividad. Puede ser una forma de preservar su universo íntimo y mantener a sus padres al margen de sus relaciones o actividades personales.

Cuando un hijo miente y nos consigue engañar, no se trata de saber si el niño es muy hábil o el adulto muy ingenuo, lo que denota es que estamos lejos del niño.

Los niños (y los adultos) mienten, como sistema defensivo ante un eventual castigo, para disimular la ignorancia, para evitar la vergüenza, para parecer mejor de lo que en realidad es, para recibir atención.

La mentira se trivializa

Los niños pueden acostumbrarse a utilizar el engaño, el fingimiento o la doble moral como forma de conducirse en su vida, con sus funestas consecuencias y graves deformaciones.

Si bien el único detector real de la mentira es la nariz de Pinocho, APRENDER A DECIR LA VERDAD como siempre, se basa en el ejemplo de los adultos, en la responsabilización, en evitar la complicidad o «entender» la mentira.

Prodigar amenazas no cumplidas resta la credibilidad al adulto, otras veces los adultos dicen mentiras para eludir compromisos o para no herir susceptibilidades en algunos casos, o fingen delante de personas a las que luego critican, o la madre oculta la verdad de lo acaecido con el hijo al padre. A algunos les enseñamos a ser mentirosos compulsivos o de conveniencia, a primar el propio interés sobre la verdad y es que ven esa actitud a su alrededor.


Cuando un chico se acostumbra a mentir hay que preocuparse y actuar de manera efectiva. A veces tras la mentira hallamos niños inseguros, temerosos, con falta de afecto, con disfunciones en el hogar, en la escuela..


La mentira, en muchas ocasiones debe ser más sancionada que la causa que la ha generado. No debe reprenderse de forma exagerada, pero sí ha de manifestarse que la mentira cercena la confianza. Los padres han de hacer comprobar al hijo que es mucho más ventajoso decir la verdad (aunque suponga el reconocimiento de algo mal hecho).

Hay que enseñar a afrontar con valentía la vida, con honor y dignidad. Nunca se ha de consentir al hijo que descargue sus responsabilidades en su entorno, o transfiera a otros sus culpas.

Aceptarse a uno mismo, y asumir responsabilidades son antídotos del niño mentiroso. EDUCAR EN LA HONESTIDAD Y EN LA CONFIANZA son vacunas que los padres deben administrar.

Javier Urra. Psicólogo de la Fiscalía del Tribunal Superior y de los Juzgados de Menores de Madrid. Profesor de Psicología en el Centro Universitario Cardenal Cisneros (UCM). Patrono de UNICEF. Primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.

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