Si hubiera recetas mágicas en Educación, pagaríamos todos el oro y el moro por contar con la garantía de saber educar bien a nuestros hijos. Pero no hay trucos. o hay manual de instrucciones. Aquí no sepuede reiniciar ni resetear cuando sospechamos que algo va mal. Y no podemos llamar al serviciotécnico de cabecera para que nos digan qué hacer cuando estalla el problema, la mayor de lasveces sin previo aviso.
La vida no es tan sencilla como las indicaciones culinarias de la Thermomix. Y no lo es porque los padres podemos asistir como espectadores al desarrollo de la película de nuestros hijos, pero no como narradores omniscientes. Conocemos la realidad a medida que va pasando, pero no sabemos qué parte de realidad será importante en el desenlace, no podemos adivinar qué peso específico tendrá cada personaje en la vida de nuestros hijos, cuánto les afectará lo que les digamos y también lo que no les digamos.
Si las recetas mágicas en Educación sirvieran, esta revista, Hacer Familia, no llevaría veinte años editándose. Alguien habría publicado ya la guía definitiva. Pero no es posible porque, aunque los problemas se parecen entre sí, ni los niños ni los padres ni los entornos ni tan siquiera las situaciones son iguales.
Los trucos y las claves para lograr algo que llenan la web, los artículos de expertos que analizan en profundidad en nuestras páginas un problema, los miles de libros editados cada año en materia educativa no tienen la solución. Y sin embargo, son, al mismo tiempo, imprescindibles.
Porque no hay recetas mágicas, pero solo si nos hemos anticipado al problema, tendremos opción para abordarlo en su justa medida en esa milésima de segundo que media entre su planteamiento y la primera y obligada respuesta por nuestra parte.
Mi formación académica en distintos ámbitos empezó allá por los tres años, el año pasado obtuve mi último título, de Doctora en Periodismo, y ya preparo el siguiente asalto. Y, sin embargo, lo que aprendo no me sirve para tomar una rápida decisión en el momento en el que la mayor me pide un rato más de videojuegos, la siguiente protesta por la comida, el tercero llora cada vez que le rozan o el último saca su genio.
No hay recetas mágicas, pero es más fácil cuando ya he leído sobre el tema en palabras de una madre con experiencia, cuando me lo ha contado un maestro con muchos alumnos a susespaldas, cuando he podido aprender de la mano de un experto. Ninguno me va a dar la solución, porque mi hijo, mi familia, mi entorno, son distintos. Pero su ayuda me servirá de fogonazo cuando necesite luz para entender. Y además, sé que no estoy sola en esta batalla eterna por la buena educación.
María Solano Altaba.Directora de la Revista Hacer Familia
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