A muchos niños les cuesta comenzar a hablar. Es cierto que cada niño lleva su propio ritmo de desarrollo y algunos de los problemas que presentan tienen fácil solución. Sin embargo, hay que estar atentos para localizarlos y resolverlos lo antes posible. Para ello, es importante saber cuáles son estas dificultades que se suelen presentar.
Las dificultades del habla más comunes en los niños
– Falta de desarrollo del lenguaje. Es la alteración más frecuente y se conoce como (disgenesia del lenguaje), que puede ser con retardo en la comprensión (afásico), con retardo en la expresión (anártrico), que es cuando comprende pero no existe un lenguaje verbal, o mixta. Esta alteración suele originarse por inmadurez neuro-psicológica en el 75% de los casos y por daño cerebral en el 25%. Así, cuando se comprueba que el niño no se comunica porque no comprende es cuando hay que acudir al especialista, ya que podría padecer una alteración más seria.
– Dislalia. Las dislalias se presentan cuando hay diferentes dificultades en la expresión, como no saber pronunciar determinadas sílabas; la más corriente es la «r». Es un trastorno fonológico que puede aparecer a partir de los 3 años. Es evolutiva y depende de las características del niño. Cuando el problema es leve porque no pronuncia bien las sílabas trabadas (pr, tr, br, bl, pl) o cualquier letra como la «r». Lo que podemos hacer es repetir la palabra que el niño dice mal: «Ah!, la rata, ¿quieres que cojamos la rata? Venga vamos a jugar con la ratita». Así, en una frase más o menos corta le decimos muchas veces esa palabra que le cuesta pronunciar. Lo que nunca debemos hacer es ponernos a su nivel de lenguaje, pronunciando los objetos como lo hace él o sustituyéndolos: perro «guau, guau», el pájaro «pío, pío», la carne «chicha», «bibi» para el biberón, «pepe» para el chupete, etc.
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Otros problemas del habla que se pueden presentar
– Afonías. Lo más frecuente es que el niño tenga nódulos en las cuerdas vocales. Será el foníatra el que le enseñará a hablar bajo, despacio, a no forzar la voz, para evitar ese rozamiento de sus cuerdas vocales. Además, en casa podemos enseñarle a utilizar correctamente la respiración: explicarle que se imagine que tiene un tubo que va desde la nariz hasta la tripita y debe llenarlo desde abajo. Que vaya cogiendo mucho aire por la nariz, con la boca cerrada y poniendo su manita en la tripa para notar como se va llenando de aire. Al final expulsar el aire muy despacito por la boca, tan despacito que aunque le pongamos una vela encendida delante de la boca no se apague nunca. Así, le enseñamos a desacelerar el ritmo del habla.
– Tartamudez. Los niños nerviosos y que piensan más rápido de lo que pueden expresar pueden desarrollar un tipo de tartamudez leve. Hasta los 6 años la tartamudez (disfemia) es fisiológica o normal y siempre va acompañada de otras alteraciones en su lenguaje. Los padres deben hablar despacio, pues los niños imitan nuestra manera de hablar. Después de esta edad si permanece es cuando se considera enfermedad y debe ser tratada lo antes posible para evitar complicaciones en el desarrollo intelectual y en su personalidad como: inseguridad, fragilidad emocional, retraimiento, falta de socialización, miedo y fobias (principalmente al hablar con extraños). Los juegos tienen que ser de silabear: el que más lento hable gana; queda el primero el que rompa las palabras en trocitos, «au-to-bús».
Debes plantearte llevar a tu hijo al logopeda en caso de que use más gestos que palabras para comunicarse, que no se le entienda al hablar, si tiene una «lengua de trapo», si no hace frases de más de tres palabras, si no habla o lo hace con nerviosismo, de forma rápida y sin conseguir producir palabras con fluidez, o si suele estar afónico con frecuencia.
Álvaro García
Asesora: Marisol Ramos. Psicóloga Clínica y Logopeda. Centro Médico Valdavia
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