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Abuelo, cuéntame un cuento

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Es un hecho conocido que el lenguaje audiovisual, sobre todo el de la televisión, se ha ido imponiendo al lenguaje escrito: se lee poco y mucho menos que en nuestros años mozos. En estadísticas recientes se recoge que un 50% de niños mayores de 14 años casi nunca lee nada salvo los textos escolares.

El libro no es el único medio de transmisión de la cultura, pero sí que es un elemento insustituible, para aprender a comunicarse, pensar con orden y claridad, y expresarse bien.

Al leer enriquecemos nuestro vocabulario, aumenta nuestra cultura, mejoran nuestras conversaciones y nos facilita la relación con otras personas. La lectura es necesaria para el desarrollo de la inteligencia y es un instrumento básico en el aprendizaje escolar. Es conocido que muchos alumnos fracasan en sus estudios por una mala comprensión lectora. El potencial formativo de la lectura se alcanza cuando ésta nos agrada y divierte, cuando se convierte en una afición, en una actividad elegida libremente y con la que se disfruta, pues satisface la curiosidad intelectual.

Disfrutar de la lectura

El ejemplo de padres y abuelos lectores es decisivo para que los nietos amen los libros. Por ello, los abuelos podemos plantearnos el objetivo de hacer buenos lectores a nuestros nietos, lo que será posible si lo vivimos en nuestras relaciones con ellos y mostramos un interés contagioso por la lectura. Los buenos lectores provienen, en su mayoría, de familias en las que se valoraba la lectura y la fomentaban en sus hijos.

En la escuela se enseña a leer, pero es en la familia donde se anima a leer y se educa la afición lectora. La lectura tiene que llegar a ser un goce, un medio de disfrutar y sentirse feliz. Desde edades tempranas, el abuelo mostrará al niño el libro como un instrumento de distracción que le hará disfrutar. Cuando el nieto aún no sabe leer el abuelo utilizará libros infantiles con imágenes que le haremos observar y les preguntaremos lo que representan.

Abuelo leyendo con su nieto

Foto: THINKSTOCK 

«Las palabras son espejos mágicos donde se evocan todas las imágenes del mundo» (Valle Inclán)

Antes de iniciar el cuento, el abuelo tiene que generar un ambiente de expectación, presentando brevemente la historia para así lograr que el niño desee oírla. Al narrar el cuento utilizará un lenguaje claro, conocido por el niño, explicándole las palabras que no conozca, hablando despacio, con voz serena y poniendo énfasis en los momentos que lo requieran y, en su caso, relacionando nuestras palabras con las imágenes que aparezcan en el libro. La historia tendrá un desenlace feliz para que el niño se sienta gozoso. El bien triunfará sobre el mal, aunque durante la narración se mantenga la emoción de no saber quién lo logrará. Así iremos cultivando la sensibilidad del niño y será fácil, al hilo de la historia, ir destacando las cualidades valiosas de los personajes.

El objetivo es lograr que más adelante el niño nos pida: «Abuelo, cuéntame un cuento». En ocasiones dirá «el cuento» pues a esas edades gozan escuchando la misma historia, que podremos ir enriqueciéndola con nuevos personajes o episodios. Para esta actividad los abuelos hemos de ser capaces de entusiasmar a los nietos, con imaginación y sentido del humor, fomentando su curiosidad.


Al contarles un cuento los abuelos no sólo favorecemos el amor a la lectura, sino que además fortalecemos los lazos afectivos con nuestros nietos.


Los libros infantiles suelen tener mucho colorido e imágenes y deben ser resistentes para que el niño pueda manejarlos y jugar con ellos. Así el niño en algún momento usará los libros y disfrutará con sus ilustraciones, recordará la historia contada o se inventará una nueva con esas imágenes, historia que los abuelos tendremos que escucharle con paciencia. De esta manera, está desarrollando su fantasía y se alegra con sus éxitos al contar cuentos al abuelo, al tiempo que mejorará su expresión oral.

Aunque el nieto aprenda a leer hay que seguir, durante un tiempo, leyéndole cuentos, pues su lectura es rudimentaria y al no gozar plenamente con ella, puede retraerse de la lectura. Además la lectura que los abuelos le hagamos en voz alta, le ayudará a percibir la entonación, las pausas y las distintas voces de los personajes. Cuando ya esté ilusionado con la lectura, le pediremos que siga él leyendo en voz alta para ayudarle a mejorar su entonación. Para que capten la utilidad de la lectura en la vida cotidiana podemos pedirles, de vez en cuando, que lean algo de una revista, que busquen en el callejero el lugar al que vamos a ir, que traigan un cuento determinado, etc. Así se sentirán importantes porque reconocen ya algunas palabras, nos pedirán aclaración sobre el significado de otras, y este aprendizaje les animará a leer por su cuenta.

Lo normal será que a los 8 ó 9 años los niños tengan ya suficiente habilidad lectora y una comprensión aceptable de un texto adecuado a su edad. Es el momento de iniciarles en el gozo de la lectura y así aficionarles a ella, pues van teniendo deseos de saber. A estas edades le gustan los libros de acción, con historias realistas, de pandillas de chicos de su edad, pues con su fantasía se siente partícipe de sus aventuras, se mete en el libro y las vive. Le agradan las imágenes del libro que recogen momentos de acción. Están en la edad de oro de las virtudes por lo que es el momento de poner en sus manos libros bien elegidos, en que aparezcan protagonistas sinceros, alegres, valientes, solidarios, trabajadores, con los que vaya identificándose. Si seleccionamos adecuadamente las lecturas podremos favorecer el desarrollo de las virtudes, con modelos humanos imitables.

José Manuel Cervera González. Secretario de la Asociación de Abuelas y Abuelos

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