La información es esencial para que el uso responsable y saludable de la tecnología sea una realidad. No podemos olvidar sus peligros, pero tampoco sus grandes virtudes, que son muchas más que los primeros. Los chavales son unos avezados usuarios de la tecnología y avanzan muy rápido en este campo.
Cada vez tienen un mayor conocimiento y control de ella, mientras que sus padres cada vez nos quedamos más atrasados; nuestro conocimiento y control deja mucho que desear. No hay colegio que visite en el que no afiance esta opinión.
Por eso, es fundamental la formación tanto de los chavales como de los padres. A los adolescentes y jóvenes hay que contarles las ventajas, inconvenientes y peligros de estas nuevas formas de comunicarnos. Sin ser negativos, pero sin esconder nada.
El optimismo tiene que ser parte esencial de esta formación, porque no se trata de temer a la tecnología, sino de sentir cierto respeto por ella y no sufrir sus posibles inconvenientes, que pueden llegar a ser muy graves.
Para ello no podemos olvidar que, por regla general, adolescencia y falta de sentido común van de la mano. Nuestros hijos no son conscientes de las repercusiones que puede tener utilizar Internet. No se paran a pensar que insultar a una persona a través de su Tuenti es lo mismo que insultarla de forma presencial; quizá no se den de puñetazos en el momento del insulto, si este se produce a través de la Red, pero antes o después se van a encontrar en persona y resultará casi inevitable.
Se hacen comentarios de todo tipo sin atender a las posibles consecuencias. Y se cuelgan fotos en Internet sin pensar, ni remotamente, en los posibles efectos. Imaginemos que nos hemos ido de copas con los amigos, que hemos tomado unas cuantas de más y que lo hemos pasado fenomenal. Nos hemos hecho unas fotos que han quedado muy bien y decidimos subirlas a Facebook, por ejemplo.
En las fotos se nos ve casi completamente ebrios, una situación que quizá nos pueda parecer muy graciosa en un determinado momento, pero que puede perjudicarnos. Y de hecho nos perjudica si, por ejemplo, tenemos que asistir a una entrevista de trabajo porque optamos a un puesto. Si a la persona que nos tiene que entrevistar se le ocurre mirar en nuestras redes sociales, algo bastante habitual, y se encuentra con esa foto, la primera impresión que tendrá de nosotros será negativa. Y si, por ejemplo, resulta que ese puesto al que optamos es de una asociación de alcohólicos rehabilitados, esta claro que contratarán a otro. Y todo por no pensar en las consecuencias.
…y los padres también
Los padres tenemos que transmitir a nuestros hijos la necesidad de ser prudentes con esas informaciones. Los chavales, y los padres en muchas ocasiones, pensamos que lo que se hace en Internet no tiene repercusión alguna; hasta que la tiene, claro.
Debemos trasmitirles que la mejor forma de que algo no repercuta negativamente en ellos es no haciéndolo. Si no quieres que algo se sepa no lo cuentes podría ser el lema que tienen que llevar grabado en sus mentes.
En las charlas que imparto en los colegios les muestro algunos ejemplos del grado de estupidez a la que puede llegar el ser humano. Por ejemplo, esas chicas veinteañeras que se aburrían en casa y decidieron hacerse unas fotos desnudas para pasar el rato. Tras la novedad vino de nuevo el aburrimiento y decidieron irse a tomar unas copas, y seguir haciéndose más fotos, ya vestidas, por supuesto. Lo pasaron en grande, y ya de madrugada regresaron a su casa, pero con tan mala suerte que se olvidaron la cámara de fotos en el pub donde estuvieron. Alguien la encontró y decidió hacer una gracia y compartirlas con todo el mundo, así que las colgó en Internet. Ahora esas fotos están a disposición de cualquiera. Son de dominio público.
De hecho yo las tengo porque un amigo que sabe que doy charlas las encontró y me las envió para que pudiese utilizarlas como ejemplo de lo que no se debe hacer y de las consecuencias que puede tener la falta de cuidado con la información sensible, que en este caso afecta a la intimidad de esas chicas y a su imagen. Esas fotos estarán siempre en Internet. Es imposible saber si se han borrado, nunca tendremos la certeza. De hecho es imposible borrarlas, porque aunque desaparezcan de un sitio pueden estar en otros tres mil lugares diferentes. Internet es muy grande.
Segundo ejemplo. Una imagen de unas chicas que se pintaron la espalda y decidieron hacerse una foto desnudas con dibujos que representaban diferentes animales. Se las puede ver tal y como vinieron al mundo. Eso si, tuvieron la precaución de hacerse la foto mirando hacia adelante con lo que no se les ve la cara. Bueno, no se les ve a todas excepto una, que debía considerarse más graciosa y valiente que las demás y miró a la cámara mientras les hacían la foto. Una imagen que puede perseguir a esa chica durante toda su vida y que seguro que aparecerá cuando y donde menos se los espere la pobre incauta. Ninguna de estas criaturitas tenía, en el momento de hacerse las fotos, más de dieciséis años.
Una imagen que también puede encontrar cualquier persona. De hecho, otro amigo me la envió a mí cuando la encontró en Internet. La conclusión es: si no quieres que algo se sepa, no lo hagas. Si lo haces, no lo cuentes.
Juanma Romero. Fundador de Adicciones Digitales