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La ignorancia afectiva

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La ignorancia afectiva puede llevar a dos extremos: uno de ellos es negar la existencia o la importancia de los sentimientos y tratar de vivir como si fuesen algo banal, superficial y que han de ser ocultados a toda costa. El otro extremo, más frecuente actualmente, es el de dar una importancia desorbitada a los sentimientos, como si los sentimientos tuvieran un valor absoluto. Contrariar los sentimientos sería algo casi inhumano y por ello, los sentimientos se convierten en la guía para la acción.

Reconocer los sentimientos

Esto nos puede pasar casi sin darnos cuenta. Pretender vivir como si los sentimientos no fuesen importantes provoca situaciones de incomprensión que a larga tienen consecuencias, por ejemplo, un marido que no entiende la tristeza de su mujer, un padre que no comprende la desidia del hijo adolescente, etc. Este tipo de sentimiento de tristeza y de desánimo, en ocasiones aparentemente injustificados, son una alerta de que algo no marcha y de que hay que dar una respuesta. Es importante reconocer e identificar estos sentimientos y ser capaces de poner nombre a lo que nos pasa.


La ignorancia afectiva puede llevar a dos extremos: negar la importancia de los sentimientos o, más frecuente actualmente, dar una importancia desorbitada a estos


El segundo extremo es por desgracia cada vez más frecuente. Es el típico caso de no ser capaces de negar nada a un niño, simplemente porque llora o se disgusta, convirtiéndose desde muy pequeños en déspotas de los demás y esclavos de sus sentimientos.

Madre con su hija

Foto: THINKSTOCK 

Recuerdo en una ocasión, mientras estaba dando una papilla de fruta a una de mis hijas de 8 meses, ésta lloraba y se revolvía mientras yo insistía. Un amigo que estaba con nosotros exclamó: «¿Es necesario tanto sufrimiento?». Es muy interesante este comentario, ya que no toda queja es un sufrimiento, ni todo esfuerzo provoca dolor, más bien todo lo contario; en este caso sólo suponía la incomodidad de un nuevo sabor. Ese llanto no significaba que hubiese un sufrimiento, ya que, en cuanto probó unas cucharadas más se la terminó tan contenta. Es indudable que la tarea de educar no es sencilla y que en ocasiones supone para padres y educadores animar al esfuerzo y a la superación, sin poder dar una respuesta inmediata a todo lo que nos ocurre.

Ondina Vélez. Directora del Máster de Educación Afectivo Sexual

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