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El poder de las redes sociales

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Adolescentes usando las nuevas tecnologías

Foto: THINKSTOCK 
Por Charo Sádaba. Directora Investigación. Foro Generaciones Interactivas

Las redes sociales son una manifestación contemporánea de una necesidad universal: somos seres sociales, estamos abocados al otro, a los demás. Este aspecto social en el caso de los adolescentes se concreta en la necesidad de estar en contacto con el grupo de iguales, de amigos.

Hoy la tecnología responde a esta realidad ofreciendo un modo de estar siempre on, siempre conectado a los otros. El propio sentido común, sin embargo, nos hace pensar que la virtud está en el justo medio: si bien las redes sociales pueden ayudarnos a mantener unas necesarias relaciones con amigos y familiares, el exceso y el abuso de esta tecnología puede implicar consecuencias no deseadas. Y cuando quien puede estar haciendo un mal uso de estas tecnologías son nuestros hijos, el asunto adquiere una relevancia de primer orden.
La presencia de los adolescentes en las redes sociales hace tiempo que dejó de ser noticia: ya en el año 2009 un 70% de los menores españoles entre 10 y 14 años afirmaba tener al menos un perfil en una red social. Hoy podemos decir sin temor a equivocarnos que lo raro es encontrar un adolescente que no tenga una cuenta en Tuenti o en Facebook. Sin embargo, la «normalización» del uso no ha supuesto la desaparición de los riesgos ni tampoco que se estén aprovechando las oportunidades que las redes plantean para los más jóvenes.

Son varios los riesgos en el uso de estas plataformas:

-Por una parte, el peligro que encierra que un menor divulgue información de carácter personal, sin tener el criterio necesario para saber qué y cuándo debe colgar en su perfil. Esto suscita dudas sobre la capacidad de los proveedores de estos servicios de hacer efectivo el derecho a la protección de la intimidad de los menores, aunque en los últimos meses se están dando pasos concretos en este sentido, alentados también por las administraciones públicas. Pero más allá de las consideraciones legales, el uso que se hace de las redes sociales plantea una cierta disolución, banalización incluso, del propio concepto de intimidad como algo positivo y necesario para la formación de la personalidad que merece toda nuestra atención.

-Otro de los riesgos está asociado a la posibilidad de que los menores establezcan contacto con desconocidos o con personas que se escondan tras una identidad falsa: el afán de popularidad, que se mide por el número de amigos que tienes asociados a tu perfil puede llevar a un adolescente poco reflexivo a aceptar solicitudes de amistad de personas que no conoce y que pueden ser peligrosas.

-El tipo de conductas que algunos grupos de menores están llevando a cabo en las redes sociales, como la proliferación de imágenes de carácter sexual como objeto de intercambio social (sexting), o el acoso a terceros (ciberbullying), son también motivo de preocupación razonable para los padres y para los educadores en general.

La respuesta idónea a estos posibles riesgos pasa necesariamente porque los padres conozcan las redes sociales y puedan hablar con naturalidad de ellas a sus hijos. Con la misma naturalidad, al menos, con la que hablan de otras realidades que afectan a su vida: tiempos y espacios de ocio, grupos de amigos, planes de fin de semana, etc. Sólo desde una posición activa de los padres se pueden plantear con éxito acciones concretas como limitar la edad de acceso a estas plataformas a los menores de 14 años (edad establecida por la legislación vigente), o establecer pautas de uso razonable que impliquen establecer horarios de modo que se respeten otras actividades como el estudio, la vida familiar o el deporte.

La red para la mejora personal

Y, más interesante todavía, los padres pueden hacer conscientes a los menores de las grandes oportunidades que las redes ponen a su alcance. Fenómenos como la primavera árabe o las movilizaciones sociales en muchos países occidentales, han puesto de manifiesto en los últimos meses el poder de los usuarios de estos medios. Para los adolescentes, sin embargo, esta realidad está escondida tras un uso excesivamente endogámico de las redes: social y lúdico, centrado en organizar sus vidas y las de sus amigos en el corto plazo. Animar a los menores a asomarse a estos fenómenos sociales y culturales es lanzarles a la participación en la vida social activa, a identificar grupos a los que quieren seguir, a pensar qué quieren y qué pueden aportar ellos para hacer un mundo mejor y una sociedad más justa. Enfrentarse a temas de calado social también puede servir para hacerles conscientes de su responsabilidad y de la necesidad de formarse bien para tener algo valioso que decir. De esta manera las redes se pueden convertir en una ocasión de mejora personal.


Los menores de hoy tienen el conocimiento tecnológico para participar en estas ágoras digitales, pero carecen de la motivación y de la visión a largo plazo necesaria para hacerlo: su vida, en razón de su edad y de su estadio formativo, tiene un fuerte carácter presentista y de gratificación inmediata.


No obstante, sabemos que el idealismo prende de manera especial entre los más jóvenes. Las redes sociales nos ofrecen la oportunidad de abrirles un escenario donde esos ideales se pueden perseguir, hacer realidad, concretar en grupos o a los que se puede seguir, iniciativas que se pueden tuitear, retuitear, vídeos que se pueden marcar con un «me gusta».
Se trata en definitiva de hacerles conscientes de que su presencia en las redes sociales no puede discurrir de espaldas a su vida real, a sus creencias y convicciones, a sus sueños.

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