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Pedagogía de la verdad

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Niña leyendo con una lupa

Foto: THINKSTOCK 
Por Emilio López-Barajas Zayas, Catedrático Emérito de Universidad.
     

La pedagogía de la verdad tiene que saber que la verdad está en las cosas, y lo verdadero y falso en el entendimiento. La confrontación epistemológica, acerca de que sea la verdad, ha sido principalmente, y lo sigue siendo entre las nociones del realismo, el idealismo y el positivismo.

En primer lugar el problema se centró en la controversia acerca de la abstracción, la capacidad humana de abstraer (los universales); y, más tarde, si la percepción humana, primer estadio del conocimiento, es inmediata o directa respecto del conocimiento de las cosas o por el contrario solo permite un conocimiento indirecto, fenoménico.

Realismo, el idealismo y el positivismo

El realismo ingenuo afirmó que toda percepción humana era directa e inmediata de las cosas, es decir, era suficiente tener delante las cosas para saber acerca de ellas. Cuando en realidad, las cosas, no son siempre como parecen. El idealismo, por el contrario, trató de dar prioridad a la intuición de la verdad sobre la realidad, afirmando que todo conocimiento es fenoménico, es decir, que el conocimiento es una «representación mental» de las cosas. Y el positivismo, por otra orilla, redujo la verdad a lo factible, a lo verificable.

La gente sencilla de acuerdo con Aristóteles, suele afirmar que el conocimiento humano comienza con la experiencia, pero en un sentido diferente del empirismo y el idealismo, ya que no se reduce la posibilidad de conocer solamente al conocimiento sensible ni solo a la representación intelectual del mismo.

En suma, la pedagogía de la verdad afirmamos que el conocimiento humano puede conocer cosas de forma inmediata como sillas y mesas, entre otras cosas.


El hecho patente es que los seres humanos podemos y deseamos conocer que sea la verdad de las cosas y si lo que pensamos de ellas sea verdadero o falso.


¿La pedagogía  de la verdad, qué indicios podría señalar para encontrar la senda de la verdad el supuesto de escepticismo? La belleza es un camino adecuado para ir en busca de la verdad. Francisco de Goya (1797-1800) en un óleo sobre lienzo, neoclásico, titulado «La Verdad, el Tiempo y la Historia», que se encuentra en el Museo Nacional de Estocolmo, expresa el Tiempo alado con un reloj de arena que simboliza la fugacidad del mismo, que a su vez en el lienzo se apoya en la figura de la Verdad, ésta destaca en el centro, que está con el cetro y un libro en las manos. El autor representó a la verdad, en el boceto original, desnuda, tal vez para simbolizar la ausencia de disfraz o enmascaramiento. Sentada a sus pies aparece la Historia, escribiendo la crónica de los hechos. La verdad, insistimos, en la obra pictórica magistral es la figura central que atrae al entendimiento. Y, la belleza es una cualidad de la verdad.

En una primera aproximación por la senda de la belleza, podemos decir, que el amor es la verdad, ya que la belleza del amor es la fuerza principal que impulsa el auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad (…) Cada uno encuentra el propio bien de la la belleza de la verdad asumiendo el proyecto de amor que Dios tiene sobre él, para que lo realice plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptada esta verdad se hace libre (cf. Jn 8, 32). Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de amor. El amor goza con la verdad (1 Co 13, 6). Solo en el amor resplandece la verdad (cf. Caritas in veritate, 2009).

La racionalidad humana, no obstante, desea una compresión del sentido de la verdad. Decimos, desde esta perspectiva, algo muy sencillo: «Decir de lo que es que no es, es lo falso; decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero» (Aristóteles, Met., T, 7, 1011 b 26-8). Tal vez por ello San Agustín, siglos después, dirá que la verdad está en el ser, y, algún tiempo después, Tomas de Aquino, al referirse a lo verdadero de forma clara nos dijo que es: aquello que formaliza la razón como verdadero, pero siguiendo el proceso desde su apertura sensible.

Podemos concluir diciendo, que el que las cosas no sean siempre como parece han llevada a bastantes personas a inferir que nunca lo son. Lo que es un error epistemológico. El realismo tiene razón cuando afirma la existencia de la realidad con independencia del sujeto, otra cosa será, que la imagen y su representación sea o no verdadera en cada caso. Esto no resulta extraño, con el paso de los años, ya que la persona, más allá de cualquier objeción, reconoce en su experiencia vital primariamente la excelencia de la vida no tanto por lo que uno hace sino por lo que recibe, y la perla más apreciada en la dadiva de la verdad del bien del amor, que cuando se nos presenta nos resulta irresistible.

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