La epilepsia es conocida desde hace siglos por las antiguas civilizaciones, algunas de las cuales las consideraban como una enfermedad sagrada, ya que se creía que dioses o demonios poseían el cuerpo de la persona afectada. Por fortuna, los avances en el conocimiento de esta dolencia han sido enormes y podemos contar con tratamientos eficaces.
La epilepsia no es una enfermedad rara, pero sí mal comprendida. Una crisis epiléptica ocurre cuando hay una descarga desordenada de las células del cerebro y es importante tener en cuenta que no todas las epilepsias se manifiestan de la misma manera, depende mucho de dónde esté localizado el foco de la descarga.
Al contrario de lo que mucha gente cree, la epilepsia no es sinónimo de retraso intelectual, ni de alteraciones de la personalidad ni de enfermedad psiquiátrica. Los casos difíciles son pocos y una persona con epilepsia puede llevar perfectamente una vida normal si sigue las recomendaciones del médico.
La epilepsia, una afección neurológica
La epilepsia tiene su origen en unos cambios breves y repentinos del funcionamiento del cerebro. Por esta razón, se trata de una afección neurológica, la cual no es contagiosa ni está causada por ninguna enfermedad o retraso mental. Algunas personas con retraso mental pueden experimentar ataques epilépticos, pero tener estos ataques no implica necesariamente el desarrollo de una deficiencia mental.
Por otro lado, las crisis epilépticas tienen varias formas de presentación. Las crisis generalizadas pueden manifestarse con pérdida brusca de conocimiento con caída al suelo, contractura de los músculos de las extremidades y de la cara seguidas de sacudidas rítmicas. En ocasiones, especialmente en niños y adolescentes, las crisis se presentan con una pérdida de conocimiento o desmayos, sin caída al suelo ni convulsiones, de segundos de duración, con rápida recuperación.
En cuanto a las crisis parciales, pueden presentarse con sensaciones subjetivas extrañas o difíciles de describir o con fenómenos auditivos, visuales, sensación de hormigueo, etc. Estos síntomas pueden aparecer en forma aislada o dar paso a una pérdida de conocimiento con movimientos automáticos de la boca, de las manos o de otra parte del cuerpo. Si bien son estos los tipos de crisis más habituales, existen otras manifestaciones menos frecuentes que deben ser evaluadas por el especialista.
La epilepsia, un problema social
La epilepsia siempre fue una dolencia con connotaciones sobrenaturales, antiguamente la gente no se explicaba el porqué una persona empezaba a convulsionarse de manera tan repentina y violenta y achacaban estos ataques a dioses o demonios. Hoy en día, las personas que la sufren continúan viviendo los prejuicios y el poco conocimiento de la sociedad hacia este padecimiento. Los problemas de la persona epiléptica comienzan en su familia, ya que puede encontrarse con una actitud de rechazo por parte de sus familiares (muy poco probable) o sobreprotección. Ambas reacciones perjudican el desarrollo de esta persona, que crecerá insegura, dependiente e incapaz de funcionar de forma autónoma.
Sin duda, una de las cosas más necesarias para luchar contra la epilepsia es la información. Es importante que la sociedad esté informada acerca de este problema y lleve este mal a un plano de aceptabilidad en el dominio público, para que de este modo, las personas que sufren esta dolencia se vean ayudadas y comprendidas.
Las causas de la epilepsia
Las causas de la epilepsia son muy variadas y es muy importante dar con dicha causa, ya que determinará el tratamiento seguir. Cualquier cosa que impida o distorsione el patrón de actividad neuronal normal puede conducir a la aparición de una crisis epiléptica.
– Cuando está identificado el origen, se denomina «epilepsia secundaria». Un tumor o un daño de nacimiento en el cerebro pueden dar lugar a esta enfermedad. Hay que destacar que muchas epilepsias son fruto de una complicación en el embarazo o en el parto.
– Si el origen es desconocido, entonces la llamamos «epilepsia primaria».
– Otras veces es hereditaria.
-También puede aparecer ante determinados estímulos, como un fogonazo de luz, por ejemplo.
Consejos para tratar la epilepsia
– Cuando se sufre una crisis por primera vez, hay que acudir al médico para identificar el tipo de crisis y así poder empezar con el tratamiento adecuado.
– Una vez que se comienza con el medicamento ideal, el médico debe hacer un seguimiento del paciente para ver su evolución. A su vez, el enfermo debe comprometerse a seguir al pie de la letra las indicaciones para que no falle el control de la epilepsia.
– Hay que modificar algunos hábitos: evitar desvelarse, no consumir alcohol, no realizar actividades más arriesgadas de las normales, etc.
– El equipo profesional que atiende al paciente no sólo debe a enseñarle a controlar bien los medicamentos, sino ayudarles en su desarrollo y procurarles rehabilitación y educación especial en los casos que sea necesario.
Conchita Requero
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