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Tengo lo que busca

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Tengo un libro en las manos. Es una biografía que califiqué de aventura al titularlo, porque recoge una epopeya.

Una narración que atrapa al lector desde la primera página, porque inmediatamente se siente identificado con los protagonistas. Lo he escrito yo y lo digo sin el menor empacho, porque a estas alturas del rodaje me trae al «fresco» que se me tache de «idem», por lo que esto tiene de autobombo descarado. Ayer buceé un momento entre sus páginas, -algo que no suelo hacer cuando he enviado un libro a la imprenta- y sentí que me brotaba una sensación extraña. ¿Inquietud, desasosiego, rebeldía? ¿Qué me ocurrió? El primer arrebato que me vino a la cabeza fue: ¡no vuelvo a escribir ni una letra sobre el matrimonio y la familia! ¿Para qué?

Sacar adelante el matrimonio

Todo lo que he dicho o pueda explicar en adelante está recogido en este libro. Le podré poner un lazo azul, verde o rosa, pero la tozuda realidad se impone. Con lo que está cayendo, con las estadísticas dolientes sobre los fracasos matrimoniales y sus remedios, los miles de libros que aparecen cada año con fórmulas mágicas, las más variadas técnicas de auto-ayuda, la multitud de conferencias, congresos y demás columnas de humo, ¿cómo es posible que un libro como éste no haya merecido un lugar en la relación de los libros más vendidos durante varias semanas? Ni me rasgo las vestiduras, ni estoy en Babia. Se han vendido algunos miles de ejemplares, pero todo eso es un grano de arena en el inmenso secarral que padecemos. Ya sé que esto no es Jauja y que miles de personas jamás se asomarán a estas páginas, pero tengo idéntica certeza de que hay una inmensidad de hombres y mujeres que se esfuerzan por hacer de su matrimonio un ámbito de felicidad. Para ellos se han escrito estas páginas.

Con solo iniciar su lectura, se percibe que no se van a enfrentar a una teoría, un procedimiento, un método alambicado, un elixir de alquimista. Desde la primera línea hasta la última se desgranan los hechos ordinarios de unas vidas a lo largo del acontecer de ochenta años. Son idénticos que los que hemos de lidiar día a día cada uno de los mortales, pero ellos le han encontrado un sentido trascendente. Han buscado la felicidad y la han encontrado. ¿Hay quién dé más?


Tengo la certeza de que hay una inmensidad de hombres y mujeres que se esfuerzan por hacer de su matrimonio un ámbito de felicidad


¿Dónde está el secreto? Mientras tecleo estas palabras me imagino a sus protagonistas mirándome con cierto reproche porque pensarán que les estoy «traicionando», pues su vida ha sido lo más opuesto a los «tambores y las trompetas». Tendré que bajar el diapasón para decir simple y llanamente que en su existencia no han buscado otra cosa que corresponder al Amor. Al Amor con mayúsculas. Al Amor de Dios. Un Amor escondido y silencioso, que no hace ruido, pero que es más real que la tierra que pisan. Ellos entendieron desde muy pronto que el proyecto que tenían entre manos superaba con mucho sus fuerzas. Dios les había llamado a realizar «algo» divino y a Él tenían que acudir para diseñar cada paso y ejecutarlo con su ayuda.

Lo sorprendente está en que el lector que se introduce en el argumento percibe inmediatamente que puede ser el suyo; singular -no hay dos hombres, ni dos mujeres, ni dos matrimonios iguales- pero idéntico en el fin y en los medios. Tendré que descubrir ahora que el libro «Tomás Alvira y Paquita Domínguez. La aventura de un matrimonio feliz» es una crónica necesariamente breve y leve de dos personas de carne y hueso a las que se ha abierto proceso de Canonización. Como no hay dos santos iguales, tendré que aclarar que -en mi opinión- su singularidad se centra en que han hecho de su vida de familia «materia de santidad». En esa situación tan común, y que a tantos trae de cabeza, la gracia de Dios y su fiel correspondencia les ha llevado a experimentar en plenitud lo que significa llamarse hijos de Dios y actuar de acuerdo con esta condición.

Vuelvo al título de este artículo, ¿es esto lo que busca?, pues no se ande con rodeos: lea el libro. Allí encontrará lo mismo que encontraron los Alvira, pues está a la altura de todas las fortunas. Lo demás es intentar curar los síntomas de unas dolencias, que todos padecemos, con remedios de curandero. Sacar adelante un matrimonio con todo el brillo que intuimos, ser más feliz de lo que imaginamos, y aproximarnos al deslumbrante fulgor con el que Dios lo ha previsto, suele estar cuesta arriba. Por eso necesitamos mirar a Dios cada día para ver si le tenemos contento, a pesar de nuestras seguras meteduras de pata. Es un libro optimista en medio de tanto nubarrón. El que esto escribe piensa, con un autor moderno, que la victoria del amor será la última palabra de la historia del mundo. Ellos ya la han escrito.

La llegada de un nuevo hijo

Foto: THINKSTOCK 

Una última precisión. No he escrito de oído. He plasmado lo que he visto en más de veinte años de trato cotidiano, contrastado con las opiniones de una multitud de personas que les trataron. En cuanto a mi queja airada de no estar en las listas de éxito, debo de anotar que se ha traducido al italiano, inglés, francés y he recibido comentarios que van desde Filipinas y Australia, hasta Nigeria o Kenia, además de todo el continente americano. Por eso me compensa pensar que dentro de cincuenta años, desde la otra orilla, se prestarán unos a otros este libro para conocer cómo vivía este matrimonio y es muy posible que comenten: pues tampoco estaban tan mal las cosas en los años setenta del siglo pasado.

Antonio Vázquez. Orientador familiar. Especialista en el área de relaciones conyugales

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