Categorías:

Sólo son cifras

Tabla de contenidos

     

No podemos dejarnos apabullar por los números. Las cifras solo valen para contar lentejas. Si coloco en una balanza palomitas de maíz tendré que llenar un saco para equilibrar el peso de un diamante. No quiero decir con esto que las estadísticas no sirven para nada, simplemente reconsidero que son un dato. La realidad es mucho más.

Si centremos la atención en las macroencuestas de opinión, hay que reconocer que en todas ellas, la familia sale muy bien parada, a pesar llevar más de dos siglos recibiendo leña, para enterrarla después echándole encima toneladas de cal viva. Pues ha resultado que no. Sigue siendo la institución más valorada y el único salvavidas emergente en situaciones de caos.

Cuando los expertos gurús no encuentran freno para detener encontrar por qué grietas se les va el agua, una célula de personas que se quieren, soportan las borrascas.

¿Familias en crisis?

Acabo de leer la confirmación de esta realidad en un comentario de prensa donde se afirma que «la familia que había experimentado en las últimas décadas el mayor acoso de la historia, hasta el punto de que en los países más desarrollados la mitad de las parejas son «de hecho» y la mitad de los hijos son «naturales», está resultando el mejor de los bastiones frente a la crisis, proporcionando refugio a aquellos que en «un Estado de Bienestar» en bancarrota no pueden ya darles.

¿En qué quedamos? ¿Es que la familia es un fósil inservible, un mueble para enviar ala desván o una energía subterránea, con la que no hay quien pueda, por estar inscrita en la misma naturaleza del ser humano?

Necesitamos aclararnos las ideas que dan razón de una realidad contundente. Que un hombre y una mujer se «comprometan a quererse», pase lo que pase; y que el amor que entregan a sus hijos, constituyan una fuente inagotable de aventuras dichosas unas y otras llenas de asperezas, son hechos constatables, que al llegar su momento se convierten en diques poderosos.

No cabe la menor duda de que el desorden se apodera de nuestras vidas con más frecuencia que lo deseable y los trenes descarrilan. Eso es lo que recogen las cifras, pero nunca este fenómeno puede servir para afirmar que lo más conveniente es que el AVE circule por encima de los montes y los coches por los parachoques de las carreteras. Lo sensato es colocar a cada uno en su sitio. Habrá que reconocer y anotar el «accidente», pero no calificarlo de «estándar» o estereotipo. Esas catástrofes pueden aumentar en determinadas circunstancias, pero que lo normal es lo normal. Es decir que, al final las cosas deben ir a «su sitio».


No es un optimismo tontorrón. Se puede y se debe hacer mucho para reconducir demasiadas situaciones que con una buena reparación, no deben mandarse al chatarrero como «siniestro total»


He conocido y tratado a más de un matrimonio a «punto de tirar la toalla» que se han recompuesto. Algunos de ellos, pasado el tiempo, me lo han comentado al oído mientras celebraban la boda de aquel hijo o hija, al que quince años antes estuvieron a punto de «descuartizar», marchándose  cada uno por un lado. Gracias a que le pusimos un poco de serenidad, otro poco que «aguante» -me decían- dejamos «pasar la ola», y ahora podemos estar aquí felicísimos viendo la boda de nuestra hija, con cierto orgullo, por qué negarlo.

Una familia feliz

Foto: THINKSTOCK 

Y esto se ve, y esto se transmite, y aquella adolescente de quince años que lloraba por la noche escuchando los gritos de sus padres, ha visto y comprobado que las cosas- en una gran mayoría de los casos tienen arreglo.

Vuelvo al comienzo con las estadísticas. No hay baremos para medir la capacidad de recuperación de un ser humano. Las estadísticas las daremos la vuelta, si no pretendemos resolverlas por arte de magia. Una a una. Pareja a pareja. Persona a persona. No hacen falta excesivas recomendaciones de alambicados procesos psicológicos. Basta saber lo que es un hombre, una mujer y profundizar algo en el misterio de lo que significa el amor. Un amor que no está en la cascara, ni se arrebata el primer día con una pasión que todavía está «verde». Son los frutos en sazón los que tienen un sabor más dulce. Quizá tienen algún golpe en la cáscara… es lo mismo.

En una gran mayoría, esas estadísticas que nos aplastan a veces mejorarían mucho dando tiempo al tiempo. Sin arrebatar el «soufflé».

El matrimonio no es una empresa que hoy cojo y mañana dejo porque me ha parecido en el horizonte otro negocio donde me pagan más, trabajo menos y gozo de mayor autoestima. Por muchas máscaras que me lo hayan puesto encima nadie puede negarnos que hemos para el amor y es ahí donde encontraremos la verdadera realización personal, o no la encontraré jamás, por muchos sustitutivos baratos que me invente.

Antonio Vázquez. Orientador familiar.Especialista en el área de relaciones conyugales

Otros artículos interesantes