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El tiempo nos cambia

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No se trata de lamentarse de tantas equivocaciones como pueden agobiarnos, sino de tomar perspectiva, colocar las cosas en su sitio y ser lo suficientemente realistas para «no engañarnos en el solitario».

Al mirar hacia adelante tendremos que basarnos en nuestra experiencia, aunque desechemos añoranzas perdidas. Eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor» huele a demasiado romanticismo para consuelo de quien se cruza de brazos. Lo mejor es el «hoy«. Entre otras cosas porque es el único que domino.

Entre lo que pasó y lo que va a llegar, hay «un tiempo». Con solo mirarnos al espejo, observaremos que no somos el mismo que ayer, por el simple hecho de haber pasado una noche sin dormir.

Entre lo que se fue y lo que llegará

¿Cuántos acontecimientos han tenido lugar en el último año y en los precedentes -muchos, pocos-, que llevamos viviendo junto a nuestro cónyuge? ¿Cuántos de ellos nos han dejado una huella positiva y cuáles nos han desencantado? La mujer y el hombre son seres «históricos». Viven en el tiempo y ese discurrir de los días no les es indiferente.

Entre el pasado y el futuro

Foto: THINKSTOCK 

Más de una vez he comentado el asombro que me produce leer algunos «correos» que me envían los lectores en los que me piden ayuda porque su matrimonio -a su parecer- se deteriora con el paso del tiempo. Llama la atención que, en una época en la que tanto se valora el movimiento, queramos adueñarnos de una «foto fija».

Deseamos que nuestro matrimonio «funcione» como en los días más placenteros, en los que con frecuencia nos sentíamos envueltos en el «éxtasis». Esto no es posible en el matrimonio ni en nada. Si nosotros somos tan distintos y cambiamos con tanta facilidad, ¿cómo vamos a aspirar a que la unión de dos personas que cambian se convierta en algo estático? Si me guardan el secreto les diré que ando garabateando folios para ver si me sale algún libro que pudiera llevar este título: Lo mejor falta por llegar.

A pesar de todo, lo sorprendente no es que nos resistamos a admitir que el cambio es signo de vida, sino que alarmados ante él, nos preguntemos si ya se nos ha «pasado» el amor. Esto no es una paella.

En un libro excelente, escrito por Romano Guardini, titulado Las etapas de la vida, el célebre autor alemán recoge sus conferencias en Múnich, impartidas después de 80 años largamente cumplidos, y llega a la consecuencia de que la mejor etapa es la «última». Hay que anotar que llega a esta conclusión si se han vivido bien las etapas anteriores. Como se trata de un hombre muy inteligente y experimentado no se refiere a que haya que vivirlas de modo «pluscuamperfecto», sino que se haya esforzado por hacer de la vida algo valioso.


Es algo que está a nuestro alcance en cualquier edad, pues siempre es posible corregir rumbos, marcar nuevas singladuras. En una palabra, vivir. Vivir es siempre cambiar. Y todo ello sin asombrarse de nada.


La mujer y el hombre, al decir de algunos, parece que sólo utilizan el 10% de su cerebro. No lo sé, porque no soy neurólogo. Algunas decenas de años de andar por esta tierra me han enseñado que somos capaces de lograr mucho más de lo que nosotros mismos hemos podido imaginar.

¿Y si el cambio es a peor? Hace tiempo que me apropié de la frase de otro gran filósofo, Leonardo Polo, que sostiene que «todo éxito es pasajero». Con frecuencia le he cambiado el signo para mantener que «cualquier fracaso es pasajero«. Tenemos que acostumbrarnos a percibir los cambios de la vida como situaciones transitorias y «no despeinarnos». Sería insoportable vivir con una estatua, aunque esta fuera la «Venus de Milo» o el «David de Miguel Ángel».

Antonio Vázquez. Orientador familiar.Especialista en el área de relaciones conyugales

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