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El modo masculino de educar

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Los estilos educativos paterno y materno están presentes en términos de preponderancia tanto en la madre como el padre y, según afirma, Osvaldo Poli en su libro Corazón de padre. El modo masculino de educar, «muchas madres se reconocen en el modo masculino de educar más que en el femenino».

Entre los comportamientos educativos masculinos que contribuyen de manera positiva al desarrollo y crecimiento personal de los hijos destacan los siguientes.  

Claves del estilo educativo paterno

1.   El padre es más directo y franco. En el diálogo con los hijos, el padre llama  a las cosas por su nombre, es más directo y sobrio, y por tanto, capaz de llegar antes al meollo de la cuestión. El lenguaje más fuerte y directo del padre indica una capacidad de juicio probablemente más realista. La idea educativa de los padres es que no hay crecimiento psicológico ni maduración sin enfrentarse a la verdad. 

Ejemplo. Mientras la madre afirma «Mi hijo no esfuerza mucho en el colegio«, el padre precisa: «Digamos, además, que no le importa nada estudiar«.

2.   El padre ayuda, pero no hace las cosas por los hijos. En síntesis, tienen menos miedo a decir: ¡arréglatelas!, y tienen menos escrúpulos para solicitar que sus hijos se preparen y pongan en práctica su capacidad para emprender nuevos proyectos. El bien educativo de los hijos impone también saber negarse para ayudarles a hacer las cosas por sí mismos y que se sientan capaces. Y es que para los padres es más importante que sus hijos se esfuercen. El principio paterno consiste en educar a los hijos para que superen condiciones de dificultad.

Ejemplo. Un niño pregunta: «¿Cómo se traduce esta palabra en inglés?» El tono imperioso hace presumir que la madre le dará la traducción, pero ella no está en casa y sólo encuentra a su padre que le dice: «búscala en el diccionario que tienes delante».
La contestación no es necesariamente descortés, pero le invita a que haga el pequeño esfuerzo de buscarla.

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3.   El padre está menos dispuesto a rebajar obstáculos a sus hijos, es decir, su idea de la educación no es hacer la vida más fácil a sus hijos, sino formarles para hacerles fuertes.

Ejemplo. «Tengo 30 paginas que estudiar para el examen de mañana». «Mientras termino de planchar, tú empieza a estudiar y luego te ayudo a hacer un resumen», dice la madre. La respuesta instintiva del padre habría sido: «sabías desde hace una semana que tenías este examen, solo tenías que estudiar unas pocas páginas cada día, como te habíamos repetido, para no encontrate ahora con el agua al cuello».

4.   El  padre tiene menos miedo a exigir reciprocidad. Frente a los deseos de los hijos, el código femenino tiende a anularse y el masculino a exigir reciprocidad.

Ejemplo. Una madre dice: «he visto esta película con mi hijo muchas veces». El padre no está generalmente muy dispuesto a ver dibujos animados durante 10 años consecutivos porque a los niños les gusten tanto.

5.   El padre tiene menos miedo a pedir a los hijos respeto hacia sus exigencias. El destino de unos padres que anteponen siempre lo que quieren sus hijos es terminar exprimidos como un limón, porque en el fondo creen que sus hijos les tratan mal. Sólo el estímulo para una «renuncia inteligente» hace al hijo capaz de vivir en el mundo real y de vivir las relaciones humanas de manera recíproca.
El padre espera que su hijo sepa entender y pedir lo que necesita. Los padres no suelen anticiparse a llevar un jersey en el brazo por si luego el hijo tiene frío como haría una madre que siempre piensa en cómo estará su hijo como si fuera un apéndice de ella.

Ejemplo. «Ven a ponerte el jersey que hace frío», dice la madre previsora que ha cogido uno de casa, mientras su hijo sale corriendo y empieza una difícil negociación para que se lo ponga. El padre le preguntará: «¿Tienes frío?» Su propuesta es hacer al hijo consciente de sus propias necesidades y que acepte el esfuerzo de comprender y expresar sus necesidades. Le interesa que su hijo piense en lugar de que piensen por él.

6.   El padre ayuda a asumir responsabilidades. Decirle a un hijo sus errores y ayudarle a llevar el peso de su responsabilidad constituye la mayor dificultad para cualquier educador. El código paterno no busca proteger al hijo de la culpa, sino que le ayuda a reconocerla y a llevarla con dignidad.

Ejemplo. «Mis compañeros de clase me tratan mal», se lamenta un hijo. «Lo siento mucho, hijo, pero tú también tienes que admitir que les has tomado el pelo», responde el padre.
Sólo el reconocimiento de la realidad permite resolver el problema.

7.   El padre quiere que sepa adaptarse a las circunstancias. En esencia, el padre entrena al hijo para aceptar la vida con sus luces y sus sombras, con sus aspectos bellos y tambén con los menos gratificantes; tal como es, aunque no sea perfecta.

Ejemplo. «¿Qué es esto? ¿Menestra?». La madre le dice cansada: «Cómetela, está muy buena, la probaste en casa de la abuela y te gustó. Prueba, aunque sea un poco, antes de decir que no te gusta».
El padre podría haber dicho: «Cómetela que se queda fría». «No quiero», dice el hijo. «Entonces cuando tengas hambre comerás».

Ningún padre ni ninguna madre se caracterizan por estos comportamientos en estado puro, pero existe una propensión psicológica de los padres de pedir a los hijos que se adapten a las circunstancias y de las madres a adaptarse a sus hijos.

8.   El padre admite con facilidad los defectos de sus hijos. La lectura paterna del comportamiento de sus hijos es aceptar con facilidad la presencia de sus características negativas, de aquel «corazón de las tinieblas» del que nadie está del todo libre. Los diversos mecanismos psicológicos hacen que los padres sean más capaces de renunciar al hijo deseado, es decir, al hijo que les hubiese gustado y no al que les ha tocado, y ver al hijo real, tal y como realmente es.

Ejemplo. Un chico de 15 años relata que «cuando mi madre habla de mi, trata de que el resto no vea mis defectos. Cuando me felicita por algo que para ella es importante, es como si se dijera a ella misma que ha conseguido tener un hijo bueno. Si mi padre me felicita es porque tiene un motivo real para hacerlo».

9.   El padre sitúa a los hijos frente a la realidad. La capacidad de situar los hijos frente a la realidad sintetiza la idea del estilo educativo paterno. Poner a un hijo frente a la realidad significa exponerle al dolor de la culpa y a la desilusión de sí mismo, pero protegerlo siempre, también de la verdad sobre sí mismo, no le hará mejor persona.

Ejemplo. Un chico de 11 años invita a muchos amigos de su clase a jugar una tarde en casa. Poco a poco, todos van declinando la invitación diciendo que su madre no puede llevarles. Su madre declara que, por primera vez, intervino desde un punto de vista masculino. En lugar de decirle a su hijo, «no te preocupes, yo les puedo ir a buscar», le dijo «si quieres que sea sincera, creo que tus compañeros te están evitando porque les tomas el pelo, como me han dicho los profesores que haces… Si quieres tener amigos de verdad, los tienes que respetar».

Marisol Nuevo Espín

Más información en el libro: Corazón de padre, de Osvaldo Poli.

Corazón de padre, de Osvaldo Poli
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