Compartir habitación con nuestros hermanos por una simple cuestión de espacio es algo muy común en la mayoría de hogares y familias. Muchos pasamos de ser compañeros de habitación en casa con nuestros hermanos, a serlo con nuestro cónyuge. Y es que en muchos de los hogares no disponemos de espacio suficiente para que cada hijo tenga su habitación.
Ésta es la razón por la que debemos dedicar tiempo a explicarles a los niños las ventajas de compartir habitación, al tiempo que les facilitamos estrategias para la resolución de conflictos cuando se generen situaciones no deseables por este motivo.
Organizar el espacio para evitar roces entre hermanos
Conviene decorar las habitaciones infantiles con lo que vayan necesitando en cada momento de su desarrollo. Evidentemente el mobiliario -silla y mesa de estudio, lámparas, perchas, armario, estanterías, etc.- tiene que adecuarse a la edad en la que nos encontramos. Es decir, si uno de nuestros hijos tiene 14 años, sus necesidades de espacio son diferentes a las del pequeño de 7, aunque los dos compartan la misma habitación.
Cuando la diferencia de edad entre los hermanos implica que sus horarios también sean diferentes, será necesario arbitrar estrategias para que uno respete el silencio que el otro necesita al estudiar y éste sea cuidadoso para respetar las horas de sueño del pequeño.
Una buena manera sería habilitar otros espacios en la casa para que cuando uno de los «inquilinos» necesite aislarse, para estudiar o dormir, el otro disponga de un sitio donde jugar, oír música o charlar por teléfono con un amigo.
Apoyar el trabajo cooperativo entre hermanos
Otro de los aspectos positivos de compartir dormitorio con un hermano, son las ocasiones diarias de ayuda mutua y de trabajo cooperativo que se presentan.
El reparto de tareas es una habilidad que bien desarrollada configura un perfil muy positivo para el futuro laboral y social de nuestros hijos. Así descubrirán que aunar esfuerzos y distribuir tareas son formas muy eficaces de convivir y de trabajar.
Además, debemos animar a los niños a que ellos mismos gestionen la situación. Incluso que se distribuyan encargos dentro de su habitación y den cuenta de su cumplimiento a su hermano. Todo ello, por supuesto, sin que deje de haber una supervisión (si puede ser que no se note, mejor) por nuestra parte, para impedir situaciones de «abuso de autoridad» o de chantajes.
Durmiendo con su enemigo
¿Y si nuestros hijos que están obligados a compartir dormitorio «se llevan mal»? Siempre están discutiendo, son incapaces de ponerse de acuerdo, les fastidia cualquier cosa que les propongamos para hacer juntos, se quejan constantemente uno del otro…
Cuando se vive esta situación en casa hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones:
– Cuanta menos diferencia de edad hay entre los hermanos será más fácil que surjan conflictos.
– Un problema de celos no resuelto en etapas anteriores puede generar verdaderos problemas de convivencia durante la adolescencia.
– Por lo general, esta situación es más habitual entre chicas que entre chicos.
1. Si se trata de un problema de celos entre hermanos arrastrado de años y no resuelto, lo más sensato es pedir ayuda a un especialista y solucionar el problema de raíz. Estos asuntos no se «curan» con el paso del tiempo y pueden generar un conflicto entre nuestros hijos que se enquiste y vicie su relación de por vida.
2. Si se trata de un hábito mal adquirido entre hermanos, y especialmente si alguno de ellos ya es adolescente, lo mejor es hablar con los dos y ayudarles a reencauzar su relación. Compartir la habitación puede ser un punto de apoyo sobre el que empezar a construir nuevos hábitos. Podemos empezar por exigirles que se hablen con respeto, que se pidan las cosas por favor, que traten las cosas del otro como quieren (y exigen) que se traten las suyas.
Al principio en estos casos puede ser muy conveniente que cada uno cuente con su material específico (diccionarios, atlas, rotuladores…), así como su espacio en la habitación bien delimitado, los cajones, las baldas de la estantería, la parte del armario, etc. Pero, poco a poco, deberemos ir poniéndoles en situación de ir acercándose más afectivamente y aprender realmente a compartir con su hermano el espacio, los instrumentos de trabajo y, más adelante, la ropa o los accesorios de moda, para terminar descubriendo que no hay nada mejor que echarse unas risas con tu hermana/no antes de dormir, o llorar en su almohada la pena de haberte peleado esa tarde con tu mejor amiga.
Mª Jesús Sancho. Psicóloga y Orientadora familiar