Las personas, a lo largo de la vida se ven en diferentes ambientes y tratan con gente de todo tipo. La personalidad va cambiando con los años y junto con ella, los valores se ven afectados por las circunstancias que hay alrededor: amistades, ambiente de trabajo, influencia de profesores de la universidad, etc. Esto ocurre de una manera mucho más marcada en la adolescencia.
En muchas ocasiones, los problemas que les salen al paso a los adolescentes pueden poner en duda los principios que se le han inculcado desde pequeños. A estas edades tienen que poner en práctica todo lo que se les enseñó en la infancia y adolescencia y para ello, es necesario que añadan sus propios argumentos a su forma de actuar.
Ante todo, los adolescentes deben ser prudentes
En primer lugar, para mantenerse fieles a sus principios, es imprescindible que los adolescentes se muestren prudentes. La prudencia es una virtud práctica de la razón, ordenada a una acción concreta. Ser prudente significa reflexionar y valorar los efectos que pueden tener nuestras palabras y nuestras acciones antes de ponerlos en práctica. Fruto de esta reflexión, daremos con los argumentos necesarios para explicar nuestros motivos e ideas a las personas de nuestro alrededor. La prudencia da paso a otras virtudes, como la responsabilidad y eso fortalecerá su personalidad. De esta forma, los adolescentes tendrán las cosas más claras a la hora de decir «no» en una situación embarazosa.
Agudizar el sentido crítico de los adolescentes
Igualmente, con una personalidad fuerte es difícil dejarse llevar por la corriente, por el «Lo hace todo el mundo, no debe ser tan malo». Por eso, para que los adolescentes mantengan sus propias ideas, deben agudizar el sentido crítico y no empaparse fácilmente con todo lo que les dicen, sino saber discernir. Es posible que en la universidad algún profesor aproveche su posición para contagiar ideas demoledoras a sus alumnos. Si no son personas con criterio, les costará desmitificar estas lecciones y distinguir dónde terminan sus enseñanzas y dónde empiezan sus opiniones personales.
Este mismo sentido crítico hay que tenerlo a la hora de ver la televisión. Es evidente la influencia que tiene este medio y su capacidad de configurar el modo de pensar de mucha gente. Muchas veces, a través de series y programas, se nos quieren presentar como normales situaciones que no lo son en absoluto y que tampoco son moralmente aceptables, por el mero hecho de que sucedan con frecuencia o que los sentimientos estén por medio. Si el adolescente tiene claros sus principios, estas ideas no calarán en ellos fácilmente y no se dejarán llevar por las «modas» del momento.
Los adolescentes deben aprender a decir NO
Sin duda, las amistades son las que consolidan las creencias y las convicciones en muchos temas. Por eso, los adolescentes deben tener claro que no tienen que rechazar a nadie porque sus ideas y creencias no coincidan con las suyas. Pero sí tienen que tener la suficiente prudencia como para saber hasta qué punto el modo de vida de sus amigos puede perjudicarle y llevarle a hacer cosas de las que luego se arrepentirá.
Si sus amigos le empujan a realizar actos que no le parecen bien (consumir drogas, aprovecharte de una chica, beber unas copas de más, etc.), debe mostrar suficiente entereza y carácter para decirles que no, que no quiere y que por favor no le insistan. No es necesario, sin embargo, mostrarse enfadado con ellos, pero sí firme. Es bueno darles motivos para que sepan con claridad cuál es nuestra postura. Además, esos argumentos pueden ayudarles a cambiar un poco su visión sobre determinados temas.
Saber decir que no, es a veces muy complicado por la presión que hay en el ambiente. Sin embargo, la persona que consigue mantener este tipo de conducta logra resolver sus problemas, sentirse a gusto consigo mismo y con los otros; tiene el control de la situación y esto le hace sentirse satisfecha y relajada.
Una vida coherente en la adolescencia
La coherencia se refiere al valor que nos hace ser personas que piensan, sienten, hacen y dicen lo mismo, actuando siempre de acuerdo a sus principios.
Cuando un adolescentes es muy a la influencia de las personas y lugares a los que asisten; cuando por temor callan, evitan contradecir la opinión equivocada o hacen lo posible por comportarse según el ambiente para no quedar mal ante nadie, no es posible practicar este valor. Sin embargo, el ser siempre el mismo en todo momento, aumenta el prestigio personal, profesional y moral, lo cual garantiza la estima, el respeto y la confianza de los demás. Una persona coherente muestra firmeza, aún a costa del cargo, opinión o amistad que aparentemente está en juego.
Teresa Pereda
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