Muchos niños experimentan una gran angustia relacionada con la separación de las personas a las que están apegados. Esta angustia de la separación pueden experimentarla los niños de muchas formas, desde la muerte de un ser querido o el ingreso en el hospital, a otras más banales, como la llegada de un hermanito, la ausencia temporal de los padres o la entrada en la guardería o al colegio.
La intensidad de la angustia de la separación depende mucho del temperamento y sensibilidad del niño. Este apego infantil se manifiesta con una ansiedad desproporcionada cuando los niños se separan de sus padres.
Mecanismos de defensa contra la angustia de la separación de los niños
Este tipo de sentimientos no son considerados negativos, siempre y cuando se mantengan dentro de unos límites. Además, tenemos que tener en cuenta que el apego infantil y la angustia de la separación responden a un mecanismo protector del propio niño. Es decir, nuestro hijo desea estar a nuestro lado porque, sencillamente, es consciente de que le protegeremos y cuidaremos de que no le ocurra nada malo.
Los problemas surgen precisamente cuando el niño no da ese inevitable salto. En ocasiones, este apego infantil llega a tal punto que el niño no tolera siquiera las separaciones más breves: una tarde a solas con sus abuelos mientras nosotros realizamos unas gestiones, sin ir más lejos, se convierte en un drama que termina en lágrimas e inconsolables pucheros. Cuando todos estos síntomas aparecen es importante intentar descubrir cuál es el problema real del niño.
Síntomas de la angustia de la separación en los niños
La angustia de la separación tiene algunos síntomas claros: trastornos del sueño, despertares nocturnos, problemas de comportamiento, dificultades escolares, incluso hay niños «perfectos» y de comportamiento modélico que creen que portándose muy bien conseguirán que los padres siempre les quieran, como si el amor se comprase.
También es habitual que aparezcan ciertos síntomas de carácter físico tales como dolores de cabeza, vómitos, etc. Algunos niños, además, manifiestan su ansiedad mediante pataletas, súplicas y lloros. Y todo ello con un único fin: que sus padres no le dejen sólo ni un instante.
La negativa a ir al colegio también es otro síntoma, aunque eso no explica que todos los niños a los que no les gusta el colegio se deba a la angustia a la separación. En general, los niños que presentan esta angustia ya la han demostrado anteriormente a su primer día en la guardería o colegio.
En cuanto a los motivos, son muchos. Lo más probable es que, sin darnos cuenta, tengamos una cierta tendencia a protegerle demasiado. Esto le habrá impedido ir adquiriendo una cierta autonomía y, en consecuencia, comenzar a desenvolverse con naturalidad en todas aquellas situaciones en las que no estemos nosotros presentes. Esta excesiva protección le priva de la oportunidad de desenvolverse por sí mismo, lo que acabará convirtiéndolo en un niño inseguro y muy dependiente.
El aprendizaje de la separación de los padres
Padres e hijos tienen que llevar a cabo un trabajo común hacia la autonomía y existen reglas para conseguir que una separación se lleve a cabo en las mejores condiciones. La mejor medicina para un pequeño muy apegado suele ser el apoyo de sus padres. Está demostrado que no existe nada como el constante apoyo paterno para que un niño consiga adquirir esa autonomía de la que tanto adolece.
Y todo ello, eso sí, en un clima de estabilidad que le ayude a sentirse seguro en todo momento. Es decir, nosotros podemos animar a nuestro pequeño a que acuda a casa de sus amigos a jugar pero antes debe sentirse completamente seguro: cuando regrese (el niño debe ser absolutamente consciente de ello) estaremos en casa esperándole por lo que no debe preocuparse más que por divertirse con los demás niños.
Esta separación puede ser un sufrimiento si no se prepara o se explica, si se produce demasiado pronto en la vida del bebé o, también, si conoce poco a la persona que lo acoge.
Por eso, un buen truco en estos casos es habituarle poco a poco a pasar algún tiempo con sus abuelos o con sus primos; con personas, en definitiva, en las que confíe y quiera. De este modo, le resultará mucho más sencillo aprender a asimilar la separación.
Los padres no podemos desaparecer
Cuánto antes se intervenga en la vida del niño, más posibilidad hay de que progrese rápidamente. Pero para enseñar al niño a superar su miedo a la separación no vale cualquier fórmula. Un error en el que podemos caer los padres es dejar a nuestro hijo con alguien que lo cuide y marcharnos aprovechando que está dormido. Para el niño puede suponer una tremenda angustia despertar y ver que nos hemos marchado sin despedirnos de él, sin decirle cuándo volveremos. Hemos desaparecido y nadie le ha avisado de nuestra ausencia; su angustia aumentará, pudiendo incluso llegar a trastocarle el sueño. El niño desarrolla esta reacción porque ve peligroso dormir: sus padres pueden desaparecer. Por eso, es recomendable que siempre que vayamos a ausentarnos, se lo hagamos saber al pequeño.
Conchita Requero
Asesora: Bernardette Lemoine. Psicóloga