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Estimulación auditiva en bebés

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Al nacer, tu hijo se encuentra perfectamente preparado para recibir estímulos. El mundo de los sonidos, reducido antes a los latidos del corazón y a las palabras de su madre, se le impone ahora con toda su capacidad estimuladora. Tu bebé puede distinguir la intensidad, el tono y el timbre de un sonido, puede oír murmullos, no reaccionar a sonidos monótonos, o localizar un ruido girando la cabeza.

Tu hijo, a las doce horas de nacer, ya puede distinguir el habla de otros sonidos. A la semana, es capaz de reconocer su nombre y la voz del padre y de la madre. Una adecuada estimulación auditiva, sin duda, favorecerá la concentración del niño. Además, existen algunos ejercicios de estimulación del oído del bebé que podemos poner en práctica para ayudarle en su desarrollo.

Intensidad y timbre: estímulos auditivos para tu bebé

Durante los dos primeros meses, el recién nacido es muy sensible a la intensidad y timbre de la voz y prefiere, sin duda, los sonidos agudos a los graves. Al igual que sucede con los adultos, la monotonía le aburre enormemente. Cuando hablamos con nuestro bebé y, especialmente, cuando le hacemos preguntas, debemos modular bien las palabras y elevar al máximo la voz. Si nos fijamos en la voz de las madres al dirigirse a sus niños veremos que éstas la aumentan instintivamente.

Hacer preguntas al niño tiene la ventaja de intensificar la participación, incluso en los muy pequeños. Existen dos reglas básicas: una pronunciación exagerada y la creación de un diálogo a base de preguntas repetitivas. El bebé es feliz al escuchar e intentará imitarnos a partir de la sexta semana, sin necesidad de esperar al cuarto o quinto mes, como se creía anteriormente. Según algunos estudios, el cerebro de un recién nacido es totalmente capaz de reaccionar a los cuchicheos; por el contrario, los ruidos fuertes y agresivos le molestan enormemente.

Localización del sonido

Los bebés suelen interesarse por todo lo que oyen e intentan localizar la fuente de la información auditiva. A medida que van controlando mejor los movimientos de la cabeza, su eficacia en este campo aumenta considerablemente. Poco a poco comienzan a localizar la fuente de los sonidos.
Durante el primer mes de vida, es aconsejable dirigirse al bebé siempre de frente. Poco a poco pueden aumentarse las distancias hasta llegar a quedar incluso fuera de su campo de visión. Esta práctica le ayudará a controlar los movimientos de la cabeza y a localizar los sonidos. No obstante, y como regla general, lo mejor es hablarle siempre cara a cara. Mientras el niño nos observa, irá tomando conciencia lentamente de los movimientos y de las expresiones faciales que acompañan al habla.

El discurso materno y la audición del bebé

Durante los seis primeros meses de vida, el niño aprende a distinguir el lenguaje de otros sonidos, en particular la música, latidos del corazón, campanas, sonajeros, etc.
Se ha estudiado bastante sobre la incidencia del discurso materno en el desarrollo lingüístico del niño. Las madres habladoras siempre están haciendo preguntas como: «¿Tienes hambre?, ¿estás contento?». Según los estudios, los niños con madres habladoras mostraron mayor facilidad de palabra y un rendimiento mental superior a los que aquellos que no contaban con esta suerte.

Cómo hablar al bebé

– Hablar muy bajito.
– Pronunciar frecuentemente su nombre.
– Comenzar a hablar cara a cara, estableciendo un contacto visual.
– Ir aumentando poco a poco el tiempo de conversación.
– Responder a sus intentos de vocalización.
– Utilizar: un vocabulario sencillo, una voz melódica y aguda, una entonación exagerada, frases cortas y sencillas, una pronunciación articulada, numerosas preguntas, y palabras con una sílaba y una consonante.

Los sonidos que más le gustan al bebé

– La voz de la madre.
– Su nombre.
– Las entonaciones tipo ‘pregunta’.
– Las palabras sencillas.
– Sus propios balbuceos.
– Los canturreos.
– Las nanas.
– La música clásica.
– Los sonajeros.
– Papel que se arruga.
– Las campanas.
– Las risas.
– Los latidos cardíacos.
– Las imitaciones de sus propios balbuceos.

Rocío Martínez-Aznar

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