Categorías:

La generosidad, trucos para enseñar a los niños

Tabla de contenidos

Enseñar a un niño a ser generoso no es sencillo, sobre todo teniendo en cuenta que los niños se encuentran en una etapa de natural egoísmo y no saben ponerse en el lugar de los que le rodean. Estos trucos pueden facilitar a los padres la tarea de enseñar generosidad. Educar a un niño para que aprenda a darse a los demás y ofrecer su tiempo y capacidades añade un punto de dificultad a esta generosidad que queremos inculcarle.

Trucos para enseñar generosidad a los niños

– Intenta que asimile que también debe compartir su tiempo y no solo los objetos materiales. Así, por ejemplo, puede dedicar parte de su tarde a entretener al bebé o a no hacer ruido para que pueda estudiar su hermano mayor.

– Hazle comprender que si comparte sus juegos también se verá beneficiado él mismo, sobre todo porque sus amigos también le prestarás sus propias cosas. De este modo le resultará mucho más sencillo desprenderse de unas cuantas cosas.

– Ofrécele tu propio ejemplo a diario. Si el niño comprueba cómo le dejamos a él o a sus hermanos nuestras cosas (un libro, una revista, un peine…), empezará a asimilar el concepto de generosidad más rápidamente.

– Sonríe a tu hijo. Lo necesita. Al hacerlo le estáis diciendo que es importante para vosotros, que le queréis y que estáis contentos con él.

– Que nunca falten los elogios por cada pequeño gesto de generosidad que pueda tener nuestro hijo. Es la mejor manera de fomentar estas actitudes.

– Para aprender a pensar en los demás, es bueno empezar por animarle a realizar cosas que se le den bien y le gusten. Por ejemplo, si el niño tiene buena mano para el dibujo, podemos pedirle que le haga de «maestro» con su hermano más pequeño y le enseñe a pintar. Luego les pediremos que nos muestren lo que han hecho y les felicitaremos, a uno por haber aprendido, y al otro, por haber enseñado. Nuestro hijo aprenderá poco a poco a poner su talento a disposición de los demás.

Aprender generosidad educando con el ejemplo

En muchos casos, los padres adoptamos una postura victimista respecto a la educación de nuestros hijos, el trabajo, la carga del hogar, etc. Esta imagen la recogen minuciosamente nuestros hijos y crecen con este mismo sentimiento frente a sus propias obligaciones. 

¿Cómo reaccionamos ante los pequeños accidentes caseros (el vaso de leche que se cae…)?, ¿le quitas importancia, o haces un drama?; al hablar de tu trabajo, ¿trasmites los problemas, o comentas lo que disfrutas en él?; qué aspecto tienes cuando estás enfermo, ¿vas arrastrándote por la casa, sin asearte, o procuras mostrar un aspecto lo más agradable posible, aunque que te duela todo?. Piensa que tal y como te comportes tú, así lo harán tus hijos. Si sonríes ante las dificultades, ellos lo verán como lo más normal y tenderán a sonreír a menudo.

Enseñar generosidad y aprender por experiencia

Los niños de estas edades comienzan a tener ya una cierta conciencia social, comienzan a interiorizar un sentido de civismo. Pero a causa de su falta de control y de que también pueden estar demasiado centrados en sí mismos, olvidan fácilmente la generosidad y amabilidad cuando están enfadados, cansados o hambrientos. 

Por eso, es conveniente explicarle que la generosidad y el servicio a los demás es un deber de las personas que se gratifica por sí mismo, con la alegría del deber cumplido y con la satisfacción de realizar algo bien hecho. A esta edad, explicándoselo de manera muy sencilla, ya comprenden estos conceptos, pero quizá lo entiendan mejor con pequeñas historias o con ejemplos gráficos.

Mediante estos ejemplos le haremos ver que todos tienen la posibilidad de darse a los demás para hacerles un bien, y que esa capacidad es como un tesoro que se posee y se debe repartir, porque si no se entrega no sirve ni para uno mismo ni para nadie. Ese tesoro sólo tiene un fin: repartirlo para hacer el bien a los demás, y es eso lo que da la felicidad. Si no se da nada, la gente se hace egoísta y el egoísmo sólo produce tristeza.

Con la generosidad buscamos la felicidad en los demás

Se trata, en definitiva, de que sepan buscar la felicidad de los demás pues es uno de los caminos más directos para lograr la propia. Pero a los niños no les sirven las teorías, necesitan experimentarlo.

Quizá se pueda comenzar por demostrar lo contrario: el egoísmo produce tristeza. Seguro que llegará una oportunidad en que el hijo o la hija se haya emperrado en no prestar algo, en no ceder parte de su tiempo para ayudar, etc. Tras dejar pasar algo de tiempo (al día siguiente, por ejemplo, para que aún se acuerde), se le hará ver al hijo lo mal que lo pasó él, lo triste que estuvo y el mal rato que hizo pasar a los demás.

De igual modo, también llegará una ocasión en la que haya cedido a sus gustos para ayudar a los demás. Es el momento de los elogios y reconocimientos, grandes armas educativas de las que disponen los padres. Así, se dará cuenta de que además de echar una mano a otro y sentirse feliz, pone contentos a sus padres.

Conchita Requero

Te puede interesar: 

Educar en valores, la generosidad

El valor del esfuerzo en la educación infantil

– Ideas para enseñar a colaborar a los niños

Otros artículos interesantes