El Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) es un trastorno de origen neurobiológico que se caracteriza por un desarrollo inapropiado del nivel de atención, hiperactividad-impulsividad presente antes de los 7 años y que produce un deterioro clínicamente significativo en dos o más áreas o aspectos relacionados de la vida del niño.
Según la APA (American Psicologist Association) el TDAH afecta entorno al 7 por ciento de los niños. Es decir, en un aula normal hay de uno a tres niños que sufren este trastorno de hiperactividad y déficit de atención.
Los diferentes grados del TDAH
En el niño TDHA no tiene por qué apreciarse todos los síntomas de alarma, ni un niño que manifieste algún rasgo es ya un hiperactivo o con déficit de atención. En el TDAH podemos diferenciar tres ejes o síntomas principales:
Déficit de atención: dificultad para atender tareas prolongadas, resistir las distracciones y clasificar estímulos complejos para su exploración. Le cuesta todo lo que suponga perfección. Por ejemplo, dividir, hacer problemas relativamente sencillos, porque le cuesta analizar el enunciado de los ejercicios. Todo lo que suponga reflexión, escoger entre varias cosas, es muy difícil para ellos.
Hiperactividad motriz: actividad motora inapropiada a la situación. No sabe mantener las formas. No sabe estar en clase o en una comida, por ejemplo.
Impulsividad: incapacidad para inhibir conductas, para aplazar gratificaciones, aunque pudiera obtener más beneficio al día siguiente. No son reflexivos.
De estos tres ejes, distinguimos tres subtipos de niños TDAH: predominantemente inatento; predominantemente impulsivo/hiperactivo; y, mixto o combinado.
Cómo identificar un niño con TDAH
La única forma de detección es a través de la observación de los padres y profesores. A partir de los dos años y medio, o tres, ya puedes encontrar signos claros de dificultad para mantener la atención, o para mantenerse en las tareas que realiza. Aquí juega un papel primordial el colegio, que debe dar aviso a los padres ante la sospecha.
La Asociación Americana de Psiquiatría, que es una de las dos entidades junto con la OMS que publican los criterios para diagnóstico, propone como signos de alerta:
1. Suele mover en exceso manos y pies y se retuerce en su asiento.
2. A menudo abandona su asiento en clase o no es capaz de estar sentado cuando debe.
3. Corre o salta en situaciones en las que resulta inadecuado hacerlo.
4. Tiene dificultad para jugar tranquilamente o dedicarse a actividades de ocio.
5. Parece estar siempre en marcha, como si tuviera un «motor».
6. A menudo, habla excesivamente.
7. Da respuestas precipitadas, antes de que las preguntas se acaben de formular.
8. Le cuesta esperar su turno en cualquier situación.
9. Suele entrometerse o entorpecer los asuntos de los demás, tocan cosas que no deben, hacen payasadas
Consejos para profesores y tutores
En el entorno escolar, es muy importante llevar a cabo una serie de intervenciones que se basen en las siguientes medidas:
– Técnicas de modificación de conducta: reforzamiento positivo, sistema de economía de fichas, imitación, extinción, técnica del tiempo-fuera o la sobrecorrección.
– Técnicas de autocontrol, resolución de problemas, entrenamiento en habilidades sociales o técnicas de relajación.
– Fijar conjuntamente con el niño los objetivos a corto y largo plazo en cuanto a comportamiento y estudios.
– Adecuar el entorno para evitar todo tipo de distracciones en el aula.
– Simplificar las instrucciones de forma que sean breves y claras, ajustándose a las las características de cada niño.
– Adaptar la forma de evaluar los conocimientos del niño, tanto en cuanto al modo de examinar como al sistema de evaluación de las pruebas.
– Complementar las instrucciones y normas orales con refuerzos y recordatorios visuales.
– Proporcionar sistemas de ayuda para gestionar diariamente sus tareas y actividades.
– Procurar motivar en una medida adecuada al niño mediante comentarios frecuentes sobre sus mejoras y esfuerzos.
– Al establecer normas, si se explican los motivos que llevan a implantarlas y se permite que los alumnos las comenten, hagan aportaciones y tomen decisiones sobre éstas, probablemente le resulte más fácil involucrarse y respetarlas.
– Asegurarse de recordar a los alumnos las normas y expectativas antes de comenzar cualquier actividad y de indicar cualquier recompensa para los comportamientos que siguen las reglas.
Marisol Nuevo Espín
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