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Separar a los alumnos en las aulas

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A lo largo de la historia, gobiernos, ministerios y escuelas se han planteado distintos métodos para mejorar el sistema educativo girando en torno a una pregunta central: ¿cómo deben agruparse los niños en las escuelas? De aquí nació la respuesta hacia la escuela comprensiva, que se da en nuestro país a día de hoy. 

La escuela comprensiva fue impuesta en Gran Bretaña e impulsada por Anthony Crosland, secretario de estado de educación del gobierno laborista. Crosland, mediante la creación de este nuevo método de educación, acabó con el sistema tripartito, basado en separar a los niños mediante un examen a la edad de 11 años y redirigirlos a tres tipos de escuelas en función a su rendimiento. Fue el modelo de varios países europeos que centraron su educación en la escuela comprensiva. 

Separación por rendimiento académico

El sistema español sigue dominado por la escuela comprensiva, cuya implantación fue la apuesta de la LOGSE, pero el modelo está cambiando por otras vías, ya que son muchos los centros, al margen de lo que dicta la ley, los que separan a los alumnos en función de su rendimiento académico.

El 30 por ciento de los institutos separa por conocimientos a sus alumnos dividiéndoles en los que tienen más o menos competencias. Mientras que, otro tercio, mantiene a sus alumnos en grupos diferenciados sólo por algunas asignaturas. Al separar a los alumnos, la brecha de conocimiento entre ambos se acentúa y hace que se triplique el fracaso escolar, especialmente en aquellos jóvenes que provienen de familias con un nivel socioeconómico bajo o entornos en los que no se presta demasiada atención a la educación de sus hijos.

“Nuestro sistema ha ido a la caza del alumno que no va bien, y se le ha ido derivando a grupos diferenciados. Es una realidad en la práctica cotidiana, que se tiende a constituir a partir de quinto o sexto de primaria, cuando se separan las aulas en función del rendimiento de los estudiantes. Se trata de una separación que se realiza con el conocimiento explícito de los claustros y, en ocasiones, de las familias”, apunta Juan Manuel Escudero, catedrático de didáctica y organización escolar de la Universidad de Murcia.

En un centro educativo, donde se agrupa de forma homogénea, se dejan a muchos niños desatendidos. No se espera gran cosa de los grupos de alumnos que rinden menos y hace se bajen las expectativas. Por este motivo, se termina cumpliendo la profecía: las expectativas de los profesores condicionan a los alumnos, que ante el bajo estímulo, cumplen las conductas que los profesores esperaban.

Los repetidores aumentan el fracaso en las aulas

Si segregar por niveles es negativo, no lo es menos la acumulación de repetidores en las aulas. Se ha demostrado que los grupos que tienen más alumnos que están repitiendo curso, suelen tener peores resultados académicos. El nivel sociocultural y económico de las familias de los estudiantes es otro de los factores. Los alumnos que proceden de una familia con un nivel sociocultural alto y más recursos tienen más posibilidades de escapar del fracaso escolar.

Para qué sirve la educación en la sociedad

En las aulas se tiene que aprender a convivir con otras personas, creando condiciones similares a lo que supondrá la vida real. El gran reto para una escuela es cumplir el papel de integración social y cohesión. La escuela debe de ser el reflejo del tipo de sociedad que queremos formar. Al fin y al cabo, para dar con un sistema educativo que sirva realmente para el enriquecimiento de los niños, habría que preguntarse, ¿cómo queremos que sea el ciudadano del futuro?

Noelia de Santiago Monteserín

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