La celebración del Día del padre, junto con el Día de la madre, surge en los Estados Unidos y constituye una expresión de gratitud hacia los progenitores. ¿Por qué el Día de la Madre se celebra hace casi un siglo en tanto que el Día del Padre, ha permanecido prácticamente “invisible” y se celebra, solo hace una década?
En 1910 en Virginia Occidental se proclamó el Día de la Madre. En 1911, todos los demás estados promulgaron su celebración. En 1913, el Presidente Wilson decretó que el segundo domingo de mayo sería oficialmente acreditado como el “Día de la Madre”.
El día del padre no obtuvo un ímpetu similar. Se dice que Harry Meek, Presidente del club de Leones de Chicago fue “el creador del día del padre”. Eligió el 20 de Junio para su celebración, que casualmente coincide con el día de su cumpleaños. Ese reconocimiento tomaría casi cinco décadas. Mientras tanto ese día fue ensalzado, pero no formalizado.Circulan ciertas hipótesis acerca de la invisibilidad de esa festividad, entre ellas que podría haber sido visto como un desaire para las madres y desacertado que se tratara a ambos progenitores como equivalentes. Fue recién en 1956, que el día del padre fue reconocido por una resolución del Congreso.
Existen, sin embargo, desde una perspectiva sociológica, otras razones de mayor envergadura que dan cuenta de estas diferencias. Se trata de un efecto residual de la Revolución Industrial. Desde el momento que aparece la figura del asalariado, el hombre productor se convierte en “padre ausente”. Un productor económico, un proveedor material que cumple estas funciones con una marcada “distancia emocional”.Un extraño afectivo, alguien a quien se ama, porque se lo extraña, y no por lo que verdaderamente se comparte con el. A los hijos no les falta nada, excepto la presencia del padre.
Lo que empezó siendo un “alejamiento por necesidad”, acabo convirtiéndose en una característica natural. Alguien que garantiza las condiciones materiales para la crianza, pero que no interfiere entre las relaciones entre madre e hijo/a. A lo sumo, como administrador de premios o castigos, como una fuerza del orden que impone la ley y los límites, como en un caso extremo se presenta al “padre” en la película “Shine”, terminando por enloquecer a su propio hijo, o en la película más reciente “El discurso del Rey”.
Pocas veces aparece como contacto espiritual o como guía emocional. En términos afectivos, el padre representa una figura cuya partida se lamenta, pero con quien se hace difícil establecer un vínculo mientras está presente. Apartado de sus hijos, el hombre siguió alejándose subyugado por las aparentes ventajas del mundo material, que se vienen profundizando desde los años 80, con un marcado neo liberalismo que promueve la competividad y las figuras narcisistas. Otro ejemplo claro, de este comportamiento, se presenta en la película Hook, en donde observamos como el protagonista va incumpliendo, sistemáticamente sus promesas, sobre todo ante el hijo varón y los efectos emocionales que esto supone.
La paternidad, constituye un proceso afectivo de doble vía y de mutuas influencias entre padres e hijos. Se fue convirtiendo en un rol carente de contenido, de ahí también su invisibilidad. La verdadera relación se daba entre madres e hijos. El fruto de este proceso resultó paradójico, dado que la “sociedad patriarcal”, con claras directrices machistas se convirtió en una “sociedad huérfana de padre”. Para el propio Sigmund Freud, el tema del padre, fue un ítem casi ignorado. Lamentablemente, esta orfandad no es algo del pasado, está aquí y nos afecta.
No se trata de que los hombres mueran antes que las mujeres, ni que estén físicamente ausentes, sino que muchas veces faltan como “alquimistas espirituales”. No deseamos hacer generalizaciones fáciles ya que existen muchos padres contenedores que acompañan y desean estar con sus hijos, sin embargo son una minoría y son poco “visibles”.
Si detectamos en muchos casos, sobre todo en los divorcios, la ausencia del padre como un maestro que proporciona herramientas para transformar el mundo, para constituir un modelo de identificación, sobre todo para los hijos varones, que al igual que las niñas necesitan una persona a la que quieran parecerse. En estudios recientes realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, (Estudio CIS 2744, 2008) observamos la poca formación emocional que reciben los hijos varones, a diferencia de las niñas. Se considera que “ellos saben”, pero es que antes de ser hombres, son bebés, niños , adolescentes que necesitan fortalecer progresivamente el carácter, para convertirse en personas emocionalmente maduras. Las mujeres, sobre todo las directivas, se apoyan en el “modelo de rol “ del hombre, son las hijas del padre. Los padres constituyen un referente profesional, pero no necesariamente emocional.
Se requiere la presencia de nuevos modelos de rol de padre, que sean mentores y disparadores de nuevas experiencias, que ayuden a sus hijos a explorar nuevos territorios, que sean a la vez firmes y amables, certeros y tiernos . Se requieren padres que sean modelos nutricios , solidarios , que a su vez contribuyan a la metamorfosis de espacios sociales deteriorados y carentes de valores.
Esa ausencia representa una dolorosa presencia de una “masculinidad tóxica”, que no solo aparece en el hogar sino también en la empresa, reforzada por la crisis económica y una clara regresión por la reiteración de la marginación de las mujeres en los ámbitos de decisión. La crisis también golpea a los hombres que se convierten en “proveedores desprovistos”, como hemos visto en la película “Full Monty” o “Las viudas de los jueves”. La ausencia del padre crea una sociedad maternizada y mujeres sobrecargadas laboral y emocionalmente, a las que fácilmente y de modo superficial se las cataloga de “histéricas”.
Sin embargo, otra masculinidad es posible y de hecho existen ejemplos, en las generaciones más jóvenes, aunque aun resultan minoritarios. Así lo demuestran avances importantes, desde los años 80, en sociedades como los Estados Unidos, Australia y más tímidamente Europa. Romper con la masculinidad tóxica, con los padres ausentes, con los hijos como huérfanos emocionales, constituye hoy una prioridad que debe convertirse en un emprendimiento personal, grupal social y espiritual. Afortunadamente observamos cambios en los treintañeros de hoy , un replanteamiento de las prioridadades , un disfrute de la crianza, así como potenciar el desarrollo del otro. En suma se vislumbran en parejas jóvenes padres “visibles” que nutren, guían, permiten lograr una igualdad, para que entre todos, como decía Hellen Kéller. la vida sea una maravillosa aventura o no sea nada….
Alicia E. Kaufmann. Catedrática de Sociología y Coach Ejecutiva.