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La autonomía de los adolescentes

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La complicada labor de educar a los hijos se hace más compleja cuando llegamos a la etapa de la adolescencia. Por si fuera poco, este periodo se viene adelantando cada vez más de manera que algunas demandas que años atrás se solían hacer alrededor de los dieciséis años, ahora están planteándose cerca de los doce.

Esto supone un reto para los padres, especialmente para aquellos aquejados del mal de no saber decir «no». Es cierto que en esta época, en la que nuestros hijos e hijas empiezan a experimentar la autonomía, recordamos nuestras propias vivencias y también comparamos.

A alguno le vienen a la mente restricciones excesivas que no quiere aplicar a sus hijos, otros recuerdan con dolor la falta de confianza ante actitudes responsables que tampoco quieren repetir ahora y un sinfín de situaciones que se mezclan en cada decisión y en cada momento de respuesta.

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Tres factores para aprender a ser autónomo en la adolescencia

Ser autónomo es ser uno mismo, es tener una personalidad propia que es diferente de la de los demás, con nuestros propios pensamientos, sentimientos y deseos y esto nos garantiza tener la capacidad de no depender de los demás para sentirnos bien, para aceptarnos tal y como somos y tener la seguridad de que seremos capaces de valernos por nosotros mismos durante nuestra vida.

En el aprendizaje de la independencia y autonomía de los adolescentes entran en juego, sobre todo, tres factores: el descubrimiento y exaltación de sí y el deseo de autorrealización del propio adolescente, el tipo de autoridad ejercida por los padres y profesores y la influencia de los compañeros.

El descubrimiento de su yo como un mundo insospechado y lleno de posibilidades, así como sus sentimientos reaccionales contra su propia inseguridad, llevan al  adolescente a un afán de hacerse valer y emanciparse de los adultos, principalmente de sus padres y profesores.

La intensidad y calidad de este fenómeno de emancipación es, con todo, muy distinta en cada adolescente según su modo de ser personal y según el tipo de autoridad ejercida sobre ellos por sus padres y profesores. Parece ser que las prácticas moderadamente autoritarias por parte de los padres y profesores con frecuentes explicaciones sobre las reglas de conducta y las expectativas, favorecen su aprendizaje de la autonomía e independencia.

El tercer factor de influencia es la interacción con los compañeros. El grupo de iguales proporciona a los adolescentes una serie de factores que favorecen el proceso hacia la autonomía.                  

¿Los padres pueden impedir  el desarrollo de la autonomía?

En ocasiones sí, sobre todo cuando, sin darnos cuenta les protegemos demasiado, pero tampoco debemos dejar de corregirlos porque obstaculiza su desarrollo.

Es una realidad que cuanto más hacemos por ellos más dependientes e irresponsables se vuelven.

En general todos queremos que disfruten de las ventajas de la infancia lo que se traduce en mucho juego y pocas responsabilidades.

Actuamos así porque pensamos que ya tendrán tiempo de sufrir y responsabilizarse de todas las obligaciones que le depare la vida. Pero la realidad es que la responsabilidad no se consigue sino se enseña.

En otras ocasiones, las razones que nos mueven son pensar que las cosas son más fáciles y rápidas si las hacemos nosotros mismos y muchas veces somos tan perfeccionistas y exigentes que consideramos que si no hacemos las cosas nosotros no están bien hechas. Todos estos comportamientos están impidiendo realizar una función primordial en la educación de nuestros hijos e hijas que es el desarrollo de su autonomía.

Cómo conseguir que  nuestros hijos e hijas  sean personas autónomas

Los adolescentes sienten una necesidad de madurar a toda prisa, por un lado, por la presión de grupo y, por el otro, porque se quieren ver reflejados en otras personas adultas.

Para favorecer su independencia se pueden desarrollar algunas pautas como por ejemplo proyectar en el niño una imagen positiva, para que se valore y se respete. Y tener en cuanta que poner etiquetas NO ayuda. Si un niño escucha infinidad de veces lo que piensan de él, terminará creyéndoselo y actuará en consecuencia

La educación comienza a partir de que  el niño o niña nace  y es un proceso constante que no termina nunca.

Todos queremos que nuestros niños se desarrollen como ciudadanos autónomos, responsables y buenas personas, ya que si de niños no aprenden estos buenos valores y comportamientos,  pueden desarrollar problemas más tarde, que resultarán en consecuencias serias a medida que vayan creciendo como por ejemplo el fracaso escolar, el uso de drogas, el embarazo prematuro, la violencia y muchos otros problemas graves.

Educar es ayudar y acompañar a los niños y niñas a que sean independientes, autónomos, adquieran las habilidades necesarias para la toma de sus propias decisiones y puedan valerse por sí mismos.     

Marina Berrio

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