Exigir hoy día trabajo decente es tanto como pedir la luna, pero del Mayo francés aprendimos a ser realistas pidiendo lo imposible y por ello reivindicamos trabajo decente.
Una demanda que aunque no es nueva, en medio de esta crisis que ha destapado las tripas del sistema y nos descubre unas condiciones laborales claramente indecentes, adquiere hoy día más relevancia que nunca.
¿Qué supone el trabajo decente?
La primera referencia al trabajo decente aparece en el título de la Memoria del Director General de la Conferencia Internacional del Trabajo de 1999. Por trabajo decente se entiende «el trabajo productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el que los derechos son protegidos y se da una adecuada remuneración y protección social». Un término, según Amartya Sen (1999), que no podía ser más acertado al ir más allá de la legislación laboral vigente y reconocer derechos básicos que permiten una comprensión mucho más alentadora de las necesidades de las distintas instituciones y las distintas políticas en pro de los derechos y de los intereses de los trabajadores. Además, el debate en torno al mismo supuso una quiebra en la perspectiva dominante de la Sociología del Trabajo de los años noventa que profetizaba el «fin del trabajo».