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¿Hacemos la prueba del aburrimiento?

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Ahora que estamos de vacaciones, es un buen momento para observar a nuestros hijos en momentos en que no hay actividades estructuradas, ni sobre estímulos externos.

Hagamos lo que llamo yo la «prueba del aburrimiento». Dejémoslos jugar libremente unas 2 horas con sus hermanos, sin juguetes, sin colchonetas, sin cromos, sin pantallas, sin bicicleta, en espacios abiertos en la naturaleza, y observemos como se desenvuelven. ¿Se entretienen solos, tranquilamente, imaginándose juegos, o bien se aburren y experimentan ansiedad y hiperactividad?

No es normal que los niños de entre 3-6 años se aburran, porque su creatividad es infinita y, en principio, todavía poco contaminada. Cuando los niños se aburren, es que durante el resto del año, están condicionados por un ritmo de vida frenético, por un ambiente demasiado estructurado, o por niveles de estímulos demasiado altos.

Si nuestros hijos pasan la prueba en la naturaleza, luego podemos repetirla en una sala de espera en el dentista o en el médico… por supuesto, en aquellas en que no haya pantalla (quedan pocas…).

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