Las conductas antisociales derivadas de la falta de sentido moral son el principal factor que predetermina a los jóvenes delincuentes, mucho más que la clase social, la necesidad o el origen.
Esta es la conclusión de un pionero estudio elaborado por la Universidad de Cambridge mediante el que se analizó durante cinco años el comportamiento de 700 adolescentes, todos ellos menores de 16 años, de la ciudad de Peterborough.
El resultado fue que el 60% de los crímenes juveniles registrados en esta localidad habían sido cometidos por el 16% de los jóvenes que presentaron en los informes una clara debilidad moral, es decir, tenían serias deficiencias cuando se les pedía establecer un juicio para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
El estudio demuestra cómo una minoría de jóvenes son los responsables de la mayor parte de los crímenes, al margen de que pertenezcan a zonas residenciales de clase alta o a barrios marginales. Estas conclusiones suponen un importante aporte para definir las políticas de prevención de la delincuencia juvenil, sobre todo en un país como Inglaterra, donde el 23% de los crímenes registrados por la policía son cometidos por menores de 17 años y sólo durante el 2011 ingresaron en prisión más de 2.000 menores.
El director del estudio, el profesor de Criminología Per-Olof Wikstrom, explicó que «muchos jóvenes no son capaces de discernir las consecuencias de un acto delictivo, por lo que no es correcto afirmar que el entorno social hace al ladrón». Según el estudio, los adolescentes que no cayeron en la delincuencia fue porque percibían este tipo de acciones como algo malo, y no porque temiesen las consecuencias o no fuesen capaces de establecer una relación de causalidad.
LOS CÓDIGOS ÉTICOS SE INTERIORIZAN EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
Una investigación previa, dirigida por Paul Bloom, de la Universidad de Yale, afirmaba que los bebés ya nacen con un código ético embrionario, aunque otras corrientes de psicología infantil consideran que no, como la liderada por el psicólogo evolutivo Jean Piaget o el estadounidense Lawrence Kohlberg. Si bien ambas posturas coinciden en afirmar que el proceso de socialización durante la infancia y adolescencia es el factor más influyente en los niños a la hora de interiorizar las normas sociales que ayudan a distinguir el bien del mal.
Varios testimonios recogidos en el trabajo refuerzan la tesis final de la investigación. Uno de ellos es el de un joven de 14 años internado en el londinense centro de reinserción Kid Company: «Que me cogiesen robando fue como una segunda oportunidad para mí porque en ese momento me di cuenta de que estaba mal lo que había hecho. Hasta ese momento nadie me dijo que no debía hacerlo y mi madre ni siquiera lo sabía».
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