Normalmente, tomar la decisión de ir al psicólogo, cuesta. Socialmente aparentamos estar en una situación límite, y no está bien visto. Pero, ¿cuándo es necesario? Desde el momento en que alguno de los padres se plantea la posibilidad de consultar a un psicólogo, es buen momento para hacerlo, porque si la persona piensa en hacer terapia es porque ocurre algo que le afecta.
El proceso terapéutico debe tener unas características para que sea útil. Es necesario que dure un tiempo prolongado, no es un tratamiento corto porque los cambios rápidos y drásticos duran poco. Debemos tener claro que en la infancia dejarlo estar y esperar a que pase la dificultad, nunca es buena opción. Algunas dificultades no se pasan solas.
El papel de los padres y el psicólogo
En la relación entre padres e hijos, a nivel terapéutico, se pueden abordar muchos temas. Los padres también tienen necesidades solo por el hecho de ser padres.
Desde el momento en que se espera un bebé, puede haber cosas por abordar a nivel terapéutico. Durante el embarazado, se puede trabajar la regulación emocional de la madre, el proceso de cambio que se está tramitando y el nuevo rol que debe afrontar en breve. El padre también tiene sus necesidades, puede sentir algunos miedos e incertidumbres, temor a no saber cómo ayudar o cómo cuidar de la madre y del bebé.
Si hacemos terapia cuando nuestro hijo todavía es pequeño, el niño no solo verá cómo se reduce su malestar generado por lo que está viviendo, sino que eliminará un factor de vulnerabilidad. Además, en muchos casos se generan factores emocionales protectores para su futura vida adulta.
Las diferentes etapas vitales del niño para ir al psicólogo
– De 0 a 3 años: el terapeuta puede ayudar al entendimiento de los padres con el bebé. Es la etapa de mayor plasticidad en el desarrollo, todo lo que se haga tendrá mucho impacto para el niño. En esta etapa comienza a construirse la identidad del niño, por lo que si vive con frecuencia emociones negativas, le afectará a cómo se ve a sí mismo y a su futura autoestima.
– A partir de los 3 años: el trabajo terapéutico se centra más en el niño que en los padres. Aunque siempre hay una parte del abordaje con los padres, aquí los niños ya son capaces de comunicarse. En estos años los problemas más comunes son: el abordaje de miedos no evolutivos, dificultades de relación sociales, dificultades escolares, baja autoestima y problemas de conducta.
– Adolescencia: en esta etapa es fundamental que el profesional, como primer objetivo, sea capaz de generar un buen vínculo con nuestro hijo. En la adolescencia, a los jóvenes les sienta mal saber que sus padres hablan de ellos con otra persona, por lo que es necesario que ellos mismos sean los que le cuenten su problema al terapeuta.
Claves a la hora de llevar al niño al psicólogo
1. Es importante tener en cuenta que llevar a un niño al psicólogo no tiene porqué ser traumático, ni etiquetarse de ninguna manera; todo depende del tratamiento que se le dé. Hay que ver la asistencia al psicólogo como algo natural y que forma parte de un proceso.
2. Es recomendable acudir al psicólogo cuando la conducta sea exagerada, cuando la situación comience a generar otros resultados más graves.
3. La familia tiene recursos para poder ayudar al niño. La familia debe ayudarle a entender sus sentimientos y emociones, debe enseñarle inteligencia emocional. El optimismo es un agente preventivo de estados depresivos.
Sara Pérez
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