MADRID, 18 Mayo
El consumo de soja durante la infancia puede evitar la aparición de un cáncer de mama en el futuro. Un hecho que explica por qué Asia y África concentran la incidencia más baja de este tipo de cáncer frente a Europa y Estados Unidos y es que, de cada mujer asiática que padece esta enfermedad en Europa se diagnostican tres nuevos casos.
Según comenta el experto del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM), Miguel Ángel Seguí, en el mundo las tasas más elevadas de esta patología se asocian a los países del centro y del norte y en España a las comunidades autónomas del norte.
«En el continente americano ocurre lo mismo. Conforme viajamos al sur desde Estados Unidos, la incidencia desciende en la población de Centroamérica y Sudamérica. Esto tiene que ver con el estilo de vida occidental, donde el sedentarismo y la obesidad son más habituales», explica este oncólogo.
En la actualidad se calcula que entre un 8 y un 10 por ciento de los tumores mamarios en mujeres mayores de 50 años están relacionados con su estilo de vida alimentaria. Por tanto, según comenta el oncólogo la alimentación juega un papel «muy importante» en el desarrollo de determinados tumores y, concretamente, las grasas favorecen la producción de estrógenos, elevan sus niveles e incrementan la aparición del cáncer de mama.
RIESGO A UNA RECAÍDA
En este sentido, el experto insiste en que el exceso de peso tiene efectos negativos en las pacientes diagnosticadas de cáncer de mama debido a que incrementa entre un 4 y un 10 por ciento el riesgo de recaída. «En la mujer obesa y sobre todo en la menopáusica, los kilos de más elevan los niveles de estrógenos y hormonas que no benefician al tratamiento», puntualiza.
Asimismo, durante el tratamiento es frecuente que los pacientes presenten efectos secundarios que influyen negativamente en su adecuada alimentación como, por ejemplo, pérdida de apetito, náuseas y vómitos, llagas en la boca, diarrea o estreñimiento o cambios en el sabor de las comidas.
En este sentido, Seguí asegura que no hay «ninguna» comida especial que vaya «bien» o que las pacientes deban evitar por lo que aconseja una dieta completa y equilibrada para evitar la bajada de defensas. «Hay mujeres que toleran muy bien un tipo de comida, mientras que a otras le pueden provocar náuseas», concluye.