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Luchar por el amor o romper el noviazgo

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Cuando un hijo o una hija nos plantea dudas sobre la continuidad o no de su noviazgo, normalmente hay dos salidas: hacerle pensar sobre la posibilidad de una ruptura o hacerle ver que necesita más diálogo con su pareja. Normalmente, se trata de relaciones de pareja fugaces, que han nacido sin compromisos, pero que pasado el tiempo pueden dar lugar a sentimientos inesperados en alguna de las dos personas.

Luchar por el amor o romper el noviazgo

Te planteamos cuatro posibles casos que os pueden orientar a la hora de ayudarle resolver situaciones concretas.

1. Me siento utilizada

Un día tu hija llega a casa y te dice: «Me siento utilizada». En este caso, deberíamos hablar con ella para comprender en qué consiste en profundidad este sentimiento. Una de sus respuestas puede ser que duda la razón por la que el chico sigue con ella: «¿Por qué me quiere, porque encuentra placer conmigo, porque le doy un estatus social que desea, porque tengo dinero y le permite hacer planes que de otro modo no podría, porque soy el puente para llegar a otra chica que le gusta más realmente?».

Como padres, siempre debemos animar a nuestros hijos a que entablen diálogos profundos sobre su relación, que se cuestionen los temas que les intranquilizan, aunque les duelan las respuestas, que sean valientes de enfrentarse a sus propias dudas y temores. Es el hijo o la hija el que debe reflexionar y tomar decisiones sobre su noviazgo y nosotros ayudarles en este camino.

2. Desconfío de él/ella

Este sería el caso del joven -él o ella- que sigue ligando en el grupo, a pesar de tener novia/novio; que expresa excesiva familiaridad con el sexo contrario y provoca en el otro unos celos fundados. Estaríamos ante el «eterno insatisfecho», el «seductor/a permanente», que demanda aprobación continua por personas del otro sexo.

Es cierto que, hoy en día, cada vez hay más jóvenes poco maduros, incapaces de comprometerse, que quieren vivir en el eterno enamoramiento y demuestran estar sólo enamorados del enamoramiento, no de la otra persona. Pero incluso en estos casos, en los que los padres vemos con claridad que deberían romper la relación, no podemos enfrentarnos jamás al hijo: lo único que lograremos es que nuestro hijo se aferre más a su pareja, aunque solo sea por llevarnos la contraria.

3. No me gusta su modo de pensar

Los noviazgos suelen iniciarse por una atracción física, sin pararse a pensar más allá. En cambio, pasado el tiempo, se producen situaciones que, sin esperarlo, hacen ver la forma de pensar de la otra persona. Así, uno de los dos descubre que son muy diferentes en sus planteamientos sobre la vida, en sus creencias o en sus motivaciones para seguir adelante con la pareja escogida. Si nuestro hijo nos plantea esta preocupación, quizá lo mejor sería aconsejarle que dediquen más tiempo a conversar sobre temas profundos.

4. No me gusta su modo de actuar

El ser humano es libre y las decisiones que tomemos son sólo nuestras y marcarán nuestras vidas. Podemos enfrentarnos al noviazgo tortuoso de un hijo, en el que se dan constantes discusiones, faltas de respeto entre ambos, insultos, ahora lo dejo y dentro de un mes vuelvo con la relación, etc. En este caso, es bueno que busquemos tiempo para hablar y que nos explique cómo están llevando su relación. Puede que nos manifieste: «Tiene un genio insoportable, me trata fatal, me falta al respeto, pero luego se le pasa».

Está clarísimo que nos gustaría aconsejarle la ruptura de ese noviazgo, pero debemos intentar primero nosotros y si no lo logramos, buscar una tercera persona, que el chico/ca aprenda a valorarse a sí mismo. Sólo en la medida que se dé cuenta del valor infinito de cada persona, podrá ver que no puede dejar que nadie le trate así. Únicamente elevando su autoestima, será capaz de tomar la decisión adecuada respecto a su noviazgo. Pero la decisión de que aquella relación no le hace ningún bien, solo puede llegar de la propia convicción del joven.

Consejos para padres sobre las relaciones de noviazgo de sus hijos 

–   Si se empeña en seguir adelante con un noviazgo de alto riesgo, procuraremos comprender cuáles son sus motivaciones: el miedo a no encontrar a otro/a, la búsqueda de seguridad (material o psicológica), el acomodamiento a la situación actual, etc. Esta reflexión le permitirá al hijo dar un paso más para el autoanálisis, verlo con mayor claridad y tomar una decisión.

–   Los padres debemos ayudar a nuestro hijo a vencer el miedo a romper -si se lo estuviese planteando- por temor a hacer daño al otro. El noviazgo siempre debe mantenerse por la existencia del amor mutuo y nunca por compasión hacia el otro.

–   El modo más aconsejable para una ruptura es hacerlo pacíficamente y sin estallidos emocionales, para evitar cicatrices en los hijos. Si nuestro hijo/a ha decidido que es bueno para los dos romper, podemos sugerirle que lo haga de forma delicada, que no significa prolongar la situación en el tiempo, en principio nada recomendable.

–   En caso de que nuestro hijo rompa su noviazgo, no ser atosigadores para que empiece cuanto antes a organizar nuevos planes. El dolor necesita tiempo va ser digerido.

Marisol Nuevo Espín

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