Para los adolescentes fumar es un acto de rebeldía. Muchas veces se empieza a fumar para parecer mayor, para ligar, para integrarse en un grupo, para imitar a otros adolescentes…
Ponerse en su piel
Para ser más eficaces a la hora de hablar con nuestros hijos, debemos procurar «ponernos en su piel», es decir, no buscar razonamientos propios de personas adultas, como la posibilidad de contraer cáncer, un enfisema o la importancia de la salud en general. Es mejor centrarnos en las consecuencias a corto plazo, pues a la mayoría de los adolescentes no les preocupan los riesgos a largo plazo. Una pauta sencilla es comentar las consecuencias inmediatas de fumar como: el gasto económico, el mal olor en la ropa, los dientes amarillos, mayor probabilidad de desarrollar ataques de acné juvenil, más grasa en el pelo o el bajo rendimiento en los deportes.
También es bueno que hablemos sobre la presión del grupo. Debemos plantearle algunas de las situaciones difíciles a las que se podrán enfrentar y sugerirle maneras positivas de lidiar con ellas. Hay que hacerle ver que la presión del grupo positiva puede ayudar a todos para mantenerse alejados del cigarrillo, el alcohol y otras drogas. Puedes hacerle reflexionar sobre compañeros de clase y amigos a quienes tu hijo admira y que no adoptan tales comportamientos.
Y si ya fuma
La parte más difícil puede ser manejar los sentimientos de enfado, desilusión o culpabilidad, que este hecho nos provoca. Es importante que no caigamos en la tentación de castigarlo o avergonzarlo. Sobre todo, no le echemos el típico sermón, pues lo más seguro es que le entre por un oído y le salga por el otro, dejando de hacerte caso justo cuando realmente necesites tener una conversación con él.
En cambio, si no quiere contarlo abiertamente puedes hablarle de temas relacionados: amigos que fuman, la ropa con olor a cigarrillo, sin acusarlo. Habla sobre situaciones, personas o sentimientos que lo podrían estar alentando a fumar. También es bueno que le hagamos saber nuestras preocupaciones: «Tú sabes lo que pienso acerca de fumar. Es muy fácil viciarse con el tabaco y muy difícil dejarlo». En este sentido, no caigas en la tentación de decirle: «me han dicho que te han visto fumando», para obligarle a contártelo. Le harás que se encierre en sí mismo, sea más precavido para que no le vuelvas a pillar y consciente de que le has cogido mintiendo. Ten calma, dale su tiempo y actúa con naturalidad si finalmente decide contártelo.
Consejos para padres
– Cuenta con que tu hijo se rebele de vez en cuando; es parte de ser adolescente. Si le permitimos formas más sanas de rebelión -quizá a través de la moda, cortes de pelo o tipos de música- puede que tu hijo sienta menos necesidad de hacerlo fumando.
– Muchas personas cercanas a nuestros hijos fuman: padres, hermanos, profesores, médicos, etc. Por esta razón, siempre debemos hablar de lo malo que es el vicio de fumar y no denostar a la persona, pues el hijo saldrá en defensa de ella y no conseguiremos nuestro objetivo.
– Según las estadísticas, la mayoría de fumadores adictos al tabaco comienzan a fumar cuando tienen entre 11 y 14 años. Muchos adolescentes empiezan porque lo hacen muchos de sus amigos. En este sentido, es importante enseñar a tu hijo el valor que tiene saber decir que no a ciertas cosas.
– El mero hecho de que un hijo adolescente fumador intente dejar el tabaco es ya por si una pequeña victoria. Lo importante es darle ánimos. Si te dice que quiere dejar de fumar poco a poco, diseña un plan, limitando el número de cigarrillos que consume cada día y reduciendo esta cantidad progresivamente. También puedes ayudarle imponiendo unas normas que hagan que fume menos: prohibido fumar dentro de la casa, solo se puede fumar después de cenar, prohibido fumar entre semana, etc.