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El prepotente, el complejo de superioridad de los niños

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«Yo siempre tengo razón y lo hago todo muy bien». Si un niño utiliza con frecuencia frases como esta, camina con aires de superioridad, mira por encima del hombro humillando a los demás y continuamente da consejos a todos los que le rodean, podemos estar ante un niño prepotente.

Los niños se convierten en arrogantes bien por una carencia afectiva familiar que les hace buscar seguridad en sí mismos o bien, por una educación recibida en la competitividad, en ser el mejor.

En muchas ocasiones, una educación basada en inculcarles que deben ser los mejores, que la felicidad se basa en el éxito personal, junto con altas dosis de consentimiento por partes de unos padres incapaces de negarles nada a sus hijos, pueden dar lugar a niños prepotentes, altivos, con complejo de superioridad. Su arrogancia les convierte también en personas antipáticas, vanidosas, antisociales y, a veces, peligrosas.

Con agresividad o sin ella: el complejo de superioridad de los niños

 La arrogancia y prepotencia surgen si no se educa en la humildad. En un niño de estas edades, hay que distinguir si se trata de un rasgo de la personalidad o reacciones específicas a determinadas situaciones, puesto que la forma de erradicar su prepotencia será más costosa en el primer caso, que cuando se trate de impulsos momentáneos.

Por otra parte, hay que diferenciar también a los niños prepotentes agresivos de los tranquilos. Los hay que usan la violencia física o psicológica para conseguir sus deseos; pero existen otros niños arrogantes que, lejos de ser violentos, externamente son amables, cariñosos, incluso buscan el bien de los demás, aunque siempre bajo su prisma y su opinión. Estos últimos sufren más que los primeros.

Características comunes de los niños prepotentes 

Tanto los agresivos como los amables, tienen rasgos comunes en su personalidad:  
–   Son autosuficientes, casi nunca aceptan un consejo.
–   Casi siempre quieren tener la última palabra ante cualquier decisión, juego o conocimiento.
–   Frecuentemente utilizan frases como: «Ya lo sabía», «yo tengo razón», «hazme caso».
–   Se dan más prepotentes en las clases sociales acomodadas, ya que cuando las personas tienen muy pocas cosas materiales, dan un gran valor a las relaciones humanas.
–   Suelen ser clasistas: hacen gala de ir al mejor colegio, vivir en la mejor zona y hacen ostentación de lo que tienen. En ocasiones, este clasismo es fomentado por los padres: «No vayas con ese niño, no es de nuestra condición social».
–   Manifiestan reacciones narcisistas: piensan que están llamados a ser muy importantes, van por la calle imaginando miradas de admiración, de envidia. Suelen ser niños estudiosos y trabajadores, pero llenos de vanidad, se creen algo distinto a lo que realmente son.
–   Prefieren y buscan todo lo que huela a grandeza, poder, genialidad, inmortalidad.

Cómo es el niño prepotente con agresividad y dureza emocional

1. El orgullo y el amor propio le consume. Tiene que ser el primero en todo.
2. Tiene afán de superación y de poder para dominar a los demás.
3. Cree que no tiene fallos, ni admite la crítica. En cambio, ve continuamente los fallos en los demás.
4. No realiza actividades que se le den mal, y humilla a los demás cuando las hacen: «Los que juegan al fútbol son unos pardillos».
5. No busca amigos, busca «siervos» que le sigan.
6. Vive como si no le afectaran los demás.
7. Selecciona a sus amigos por los beneficios que le puedan reportar a él, son interesados.
8. Mantiene una actitud chulesca y de indiferencia cuando «otros» cuentan cosas.
9. Tiene dureza emocional.  Es frío en sus relaciones y tiende a ser más racional que impulsivo.
10. Desprecia a los más débiles.
11. La falta de preocupación por los sentimientos ajenos  le permite lograr éxitos aparentes, que llenan el vacío que les deja la falta de relaciones interpersonales.

Cómo es el niño prepotente con amabilidad y sensibilidad 

1. No es tanto soberbia interna, sino afán de competitividad.
2. Sus ganas de superación es más consigo mismo, que para dominar a los demás.
3. Le cuesta reconocer sus fallos o se excusa continuamente.    
4. Como es perfeccionista, no realiza algo que se le de mal, pero en su casa ensaya.
5. Da consejitos continuamente a sus amigos, les hace ver que él sabe más que ellos. Busca salvar vidas.
6. Sí se ve afectado por la opinión de los demás, pero piensa que no le comprenden ni le valoran.
7. Es menos interesado, pero a veces es poco comprensivo con otros niños más torpes.
8. En las conversaciones, mira con cara amable pero quiere tener la última palabra.
9. Quiere a los demás, pero no como son, sino para mejorarlos.
10. Se preocupa de los demás pero por lástima o pena.
11. Se preocupa por los sentimientos ajenos, pero siempre para que cuando haga algo bueno, le alaben y aplaudan.

Marta Santín  
Asesoramiento: Javier Urra. Escritor. Primer Defensor del Menor. Psicólogo Clínico y Forense. Patrono de UNICEF. Profesor Universitario.

Más información en el libro:
Educar el carácter, de Alfonso Aguiló. Ediciones Palabra.

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