¿Por qué educando a todos los hijos igual, son finalmente tan diferentes? Evidentemente no hay dos personas iguales y, por ello, ante un mismo estímulo cada uno lo capta y actúa de manera diversa. Y es que, cada uno de nuestros hijos tiene su propio carácter y debemos tenerlo en cuenta para orientar mejor su educación.
Cada uno de tus hijos, aún siendo educados en el seno de una misma familia, con unos mismos padres y unas mismas normas, obtiene experiencias propias. A lo largo de su vida y como consecuencia de sus decisiones, acciones u omisiones, irá obteniendo informaciones nuevas y dispares al resto de los hermanos. De este modo, vemos que el resultado educativo obtenido con los hijos es esencialmente específico en cada uno de ellos.
Conoce a tu hijo para orientar mejor su educación
Sin pretender alcanzar el conocimiento propio de especialistas en psicología, hemos de conocer diversas peculiaridades que conforman el carácter de nuestros hijos e hijas evitando con ello, no sólo pretensiones inalcanzables respecto a éstos, sino también frustraciones en nosotros mismos como padres.
Está claro que cada hijo es diferente, tiene un carácter propio y por éste experimenta un conjunto de acciones y reacciones psicológicas propias de su individualidad. Su carácter es congénito y viene caracterizado por el conjunto de gustos, aversiones, aptitudes e ineptitudes que forman parte de «su» naturaleza.
Para educar con el mayor margen posible de eficacia, los padres hemos de esforzarnos por conocer cuál puede ser el carácter de cada uno de nuestros hijos, solo así podremos valorar en justicia el resultado o comportamiento de los mismos. Y, mediante la educación que les proporcionemos, iremos forjando su personalidad, como resultado de de lo dado por la naturaleza y lo adquirido; de la mezcla de su carácter, el ambiente familiar y las influencias externas en que se desenvuelve su vida, que se manifiesta a través de lo que denominamos «su conducta». De ahí, la importancia de conocer al máximo éstas.
Acepta a tus hijos como son, no como quieres que sean
Tu hijo es como es. Su carácter es congénito y lo mejor es aceptar, sinceramente, su modo de ser y según éste tratar de ayudarle a mejorar como persona, para que sean «dominus», señores, no esclavos, de sí mismos. Con este fin es bueno considerar una serie de circunstancias que pueden determinar sus diferencias personales: la herencia genética, los estímulos recibidos, el lugar que ocupa en la familia, sus amigos y profesores, su carácter, etc. Sólo conociendo a fondo un hijo podremos juzgarle con justicia. Esto requiere mucho esfuerzo para convivir con él, o con ella, y aceptar el hecho de que no siempre debemos cambiar su realidad para acomodarla a la nuestra. Tienen su personalidad y nuestra tarea será facilitarle las pautas para que sean mejor persona y no una continuación de nosotros mismos.
Tus hijos deben notar que les queréis especialmente a cada uno de ellos y no sólo en conjunto. Cada hijo debe sentirse alguien importante en casa, reservándole un momento del día para que os cuente sus preocupaciones y alegrías, sus cosas importantes, que desde tu perspectiva de adulto parecerán insignificantes. Y, al conocerle hacerle ver que te gusta mucho su manera de ser, así reforzarás su autoestima y verá como sinceros tus esfuerzos al corregirle para que sea mejor.
Personaliza la educación de tus hijos
La razón habitual por la que educamos es el amor, para que nuestros hijos sean felices. Y, solo serán felices si como consecuencia de ese proceso alcanzan, día a día, una mejora personal integral. Quienes no entienden la felicidad así, antes o después sienten la amargura de la insatisfacción. Insatisfacción, si consideran que la felicidad es «tener» bienes materiales, ya que no se pueden alcanzar todos y siempre careceremos de algunos, cuando no de muchos de ellos. Insatisfacción, si consideran que felicidad es no padecer dolor, enfermedades o limitaciones, porque el ser humano es limitado, nunca está inmune a la enfermedad y al dolor, y éste, físico o espiritual, parece que es inherente a nuestra naturaleza. Ello, no obstante, exige que sepamos reconocer la mejora experimentada, lo que en la mayoría de las ocasiones exige que, antes alguien nos haya enseñado a reconocer, identificar, aceptar y disfrutar de esa mejora momentánea, puntual y aparentemente, en ocasiones, incluso, casi insignificante.
Los medios más eficaces y habituales empleados en el ámbito familiar para la educación de los hijos son la convivencia, el diálogo y el ejemplo, que exigen en los progenitores-educadores recto criterio, calidad del tiempo dedicado y, fundamentalmente, coherencia. Pero esta coherencia no se reduce a vuestro ejemplo, sino al esfuerzo que requiere una auténtica educación, de conocer el carácter de cada hijo y cada hija, para diseñarle un plan específico de mejora y así encauzar su personalidad. Es en el conocimiento de su carácter, donde encontrareis las claves para personalizar estas ayudas.
Consejos para personalizar la educación de cada uno de tus hijos
– Piensa en los puntos fuertes y débiles de cada uno de tus hijos. Esta información la debéis obtener, no sólo observando a vuestro hijo, sino mediante libros, experiencias de amigos o consejos de profesionales. Este es el camino más seguro para acertar en vuestro modo de actuar ante su conducta.
– Ayuda a potenciar sus puntos fuertes teniendo una buena imagen de él/ella, alabando lo que hacen bien, aumentando su autoestima, confiando en que alcanzarán lo que se propongan.
– Acepta el modo de ser de tu hijo/a, asumiendo sus peculiaridades. No pretendáis que se adapte al modo de ser que os gustaría que tuviera y que no es otro que vuestro mismo modo de ser. Si no lo aceptáis os desesperareis y pondréis en grave riesgo vuestra relación materno/paterno-filial.
Solo es feliz quien experimenta la satisfacción constante de su mejora personal en alguna de sus facetas personales: corporal, afectiva, sentimental y espiritual. No es preciso que sea simultáneamente en todas ellas, basta tener conciencia de la mejora constante en alguna para «sentir» la felicidad, sabernos y sentirnos «felices». Pensar juntos qué pequeños retos debéis plantear a cada hijo para que, paso a paso, sea consciente de su mejora personal y sepa disfrutar de ello. Al malhumorado al levantarse, una sonrisa; al don perfecto en sus deberes, la obligación de hacerlos dentro de un horario; al más nervioso, paciencia cuando no hay silencio en casa para estudiar, etc.
Ana Aznar
Asesoramiento: Antonio López Roa. Presidente del Instituto de Estudios Familiares. Orientador familiar
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