El prestigioso psicólogo y divulgador de la inteligencia emocional Daniel Goleman afirma que «el cociente intelectual sólo predice entre el 4 y el 10 por ciento del éxito profesional, mientras que el 80-90 por ciento dependen más de habilidades relacionadas con la inteligencia emocional«. Educar las emociones es esencial cuando se pretende formar integralmente a la persona.
Emociones como la alegría, la calma o la confianza potencian el aprendizaje de las personas frente al miedo, la frustración, el enfado o la apatía.
La inteligencia emocional también se educa
Podríamos decir que una persona es emocionalmente inteligente cuando es capaz de:
– Reconocer y entender sus emociones (Conciencia emocional)
– Gestionarlas sin estallar o bloquearse (Regulación emocional)
– Confiar en sus capacidades, marcarse objetivos, tomar decisiones responsables y automotivarse (Autonomía emocional)
– Entender las emociones de los demás, «conectar» y mantener relaciones positivas (no dañinas) (Habilidades sociales)
– Priorizar, saber disfrutar de las cosas valiosas y aprender de los errores («saber vivir»)
Es en la infancia cuando se conforman nuestros patrones de respuesta (automáticos) ante nuestras emociones, que se mantendrán de forma inconsciente durante la etapa adulta. Es, pues, una gran oportunidad para aprender a expresar y regular de forma saludable el enfado, el miedo, la tristeza, y para aprender a resolver conflictos, entre otros.
Además, son muchas las investigaciones que demuestran los beneficios de desarrollar las habilidades de inteligencia emocional en el ámbito escolar y a través del juego: mejoran los resultados académicos (hasta un 11% superiores), la convivencia en las aulas y previenen la aparición de futuros casos de conductas auto-destructivas (alcohol, drogas…).
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Ideas prácticas para gestionar las emociones
Nuestros hijos no nacen sabiendo gestionar sus emociones, los padres debemos enseñarles. Es más, hasta los 6 años, el cerebro de un niño no está completamente desarrollado como para poder regular sus emociones, por lo que es normal que las emociones les desborden. Para poder ayudar a nuestros hijos a canalizar sus sentimientos (frustración, tristeza, enfado, miedo…) o resolver problemas, es necesario:
– Reconocer y gestionar mis propias emociones como padres: ¿cómo me siento ante sus emociones y comportamientos?
– Ayudarle a calmarse, desde mi calma, poniéndonos a su altura, mirándole a los ojos y buscando el contacto físico, sin tratar de reprimir su emoción.
– Ayudarle a poner nombre a sus emociones: «Qué te pasa cariño, estás enfadado/triste o tienes miedo? ¿Qué te molesta/ preocupa/ da miedo*? ¿Qué ha ocurrido?»
– Escucharle mirándole a los ojos, asintiendo, utilizando expresiones cortas: «ya veo, vaya…»
– Demostrarle que entendemos su emoción, ampliarle la perspectiva ayudándole a ver la situación desde otros puntos de vista y ofrecerle nuestra ayuda: «Entiendo que te sientas enfadado…, sabes lo que pasa, que…., quieres que te ayude a sentirte mejor… ?»
– Si acepta el ofrecimiento, podemos ayudarle a través de preguntas para:
– entender sus necesidades, «¿qué quieres? ¿Qué necesitas? ¿cómo quieres sentirte?»
– pensar en alternativas para sentirse mejor y valorar sus consecuencias. «¿Qué puedes hacer…?»¿qué pasaría si lo hicieras? Podemos darle pistas: «¿Qué te parece si hacemos*?»
– Si no acepta el ofrecimiento, podemos decirle que cuando quiera que le ayudemos estaremos ahí para él y que recuerde que siempre puede hacer algo para sentirse mejor.
Carmen García de Leaniz y Lola Gutiérrez. Profesoras del Colegio Everest Monteclaro
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